viernes, 22 de junio de 2012

Disculpas

Esta semana por diferentes motivos (ninguno menos importante), tanto Fer como yo tenemos la cabeza en otras cosas (y quemadisima) y la verdad es que pese a tener un tema no pudimos escribir nada y nos parecia que el trato que merecia debia ser otro, asi que les pedimos disculpas, pero esta semana no publicamos, cerramos por reformas de nuestras cabezas.
Buena semana para ustedes.

viernes, 15 de junio de 2012

Taras Personales


Si me viera con la (forzosa) necesidad de escribir sobre las taras personales, en primer lugar patearía la pelota afuera para no tener que necesariamente hablar de las mías, ya que seré muy limpita, pero no tengo muchas virtudes más. Asi que por lo tanto, tiro mi silla para atrás, me  acerco a la planta que tengo en la esquina de la habitación, me sirvo un vaso de vino y me digo a mi misma, juzguemos a los otros!
         Creo que ese es mi mayor problema, es la respuesta a la pregunta: ¿por qué me alejo de los otros?...porque no me banco la mediocridad, no me banco esa gente que se conforma con tan poco. Ojo, que hablo de conformidad y no de ser feliz, porque yo soy feliz con prácticamente nada, con un vaso de coca y unas lais, las patas arriba de una silla y un partido del rojo, incluso dando asco como da ahora…pero ahí está, no me conformo con que el rojo de asco, no dijo - será de dio´!.Mirá que mal juega esta gente-  al tiempo que me resigno, me conformo con la herencia paterna. No señor!, grito, me enojo, insulto al televisor, insulto desde la tribuna… la vida no me pasa y sé que suena opa pero, la vida no me sucede, la vida la vivo y cuidado, con esto no quiero decir que los sábados a la mañana vuelo en parapente para sentirme viva, no, no y una vez mas no, si tengo que aclararle eso es que usted mi querido/a no ha entendido nada.
         El gen del hombrecito gris es lo que me parece repudiable, esa gente que vive entre la dicotomía, tan bien explicada por Pacino, de miro, pero no toco… toco pero que no me guste…. que me guste pero que no lo disfrute. No mi viejo, así la cosa no es! y no pretenda tenerme cerca suyo si es así como se va a conducir en la vida, no haga el Taj Mahal de cosas pequeñitas como comer una porción menos de pizza el fin de semana o tomar una seven up mientras sus amigos toman cerveza, no me cuelgue el cartel de drogadicta porque disfruto de aquel faso que usted se niega continuamente, porque eso tampoco funciona.
         No me tome de animalito exótico, porque hago aquello que usted se muere de ganas de hacer, no me tilde de “mira que despreocupada es” solo porque me compre (como me compro todos los años desde que cumpli 15) mi par de all stars verdes manzana….,  no soy “fresca” por usar eso, no soy una persona que pasa por la vida con una liviandad completa, solamente por no echarme 10 kilos de maquillaje para ir a la universidad, no para nada, a mi la vida me pesa y mucho, todo el tiempo mi superyó adicto a las artes marciales, me patea para hacerme respetar la senda, para que no me olvide que solo lo pesado tiene verdadero valor, que lo liviano mis queridos, es intrascendente, es hasta en algún punto ofensivo y despreciable.
         Tapar las ganas de comerte un choripan en la calle con tu mujer con un celular caro, tapar las ganas de sentarte a jugar al pes en la Play con obligarlo a que se gaste una fortuna comprándote una cartera para tu cumpleaños, los hace livianos, los hace olvidables.
         Por lo tanto, batalle, si, batalle todos los días como le batallo yo, batalle hasta que duela,… no busque la liviandad por ser lo mas cómodo, por ser lo que tiene más a mano, por ser eso que esta ahí y no demanda mucho esfuerzo. Batállele a esa tara personal…al fin de cuentas es solo eso batallarle…porque  es mucho mejor trascender como “el sorete” que como “el pelotudo”.

                   Mariana.-

Taras Personales


              Cuántas taras nos persiguen. Cuántos problemas inexistentes nos regalamos por no hacernos cargo de algo que realmente somos o queremos, por piolines inexistentes de ataduras imaginarias que nos agarran, nos aprietan, nos censuran, nos tapan la boca con las dos manos para que no gritemos nuestra verdad, nuestra forma de ser, y nos mentimos todos los putos días de la vida con que queremos cosas que en realidad no queremos ni en pedo, hasta incluso que ni siquiera nos calientan, cuando lo que realmente queremos es lo más simple.
        Pero claro, conlleva el hecho de hacerse cargo. Y no parece ser empresa sencilla.
        Este pequeño prólogo es una forma de derivar los hechos hacia el terreno en el cual me permita contarles, quizás por vez primera y única, una infidencia personal.  Dejé de fumar. No es algo que me resulte poca noticia, fumo desde muy chico y nunca paré hasta el día de hoy, de hecho creo que puedo recordar los días enteros que no he fumado y han sido muy pocos en estos más de 15 años. Sinceramente no sé si será definitivo o será un impasse, no lo sé y tampoco me interesa saberlo. El tema es que dejé de fumar. Dejé. Corté. No hice tratamientos, no me mentalicé, no discutí con nadie, ni siquiera conmigo. No me cuesta dormirme, no transpiro, no me hice acupuntura, no me tragué un vaso con ceniza, no necesité nada más que querer hacerlo. Y esto lo escribo y aparenta ser una ostentación, pareciera ser la palabra de un ser superior, alguien que tiene los secretos de la vida, que la tiene muy grande, como diría gente que admiro, “La última Coca-Cola del desierto”. Pero no. Quiero que hablemos de una teoría.
        Estos días me sirvieron mucho para pensar. Me di cuenta también gracias a una oportuna charla, que la ausencia del cigarrillo le había regalado nuevas horas a mi vida. Todos esos momentos vacíos que uno llenaba con el cigarrillo se manifestaron, en su ausencia, más vacíos que nunca. Esperas de colectivo, café en la PC, el tiempo de carga de un video en Youtube o hasta incluso las de liberación corporal. Todos esos momentos ahora se juntan, se amontonan en el día, y es menester encontrar con qué llenarlos, ya que el cigarrillo ha dejado de ser una opción. Y pensar se transforma rápidamente en un reemplazo válido; cuando se termina una etapa, no está mal analizar pros y contras.
        A lo largo de todos estos años sostuve, cuando alguien me planteaba que quería dejar de fumar, que yo no tenía ese problema; yo de hecho disfrutaba hacerlo y no imaginaba muchas situaciones de la vida cotidiana sin un cigarrillo, y ni siquiera pensaba en dejarlo.
        Muy pocas veces, no más de dos, alguien me manifestó que coincidía conmigo. Todo el resto mantenía, con mayor o menor vehemencia, el hecho de querer dejar y no poder. Escuché historias terribles, intentos fallidos, desagradables anécdotas familiares, cálculos con sumas a largo plazo creando proyecciones económicas del estilo “A esta altura con la guita que gasté en fasos me hubiera comprado un Gol”  y hasta detalles físicos con precisión científica de los cambios corporales que conlleva el hecho de abandonar el vicio. Y me lo decían fumando.
        Y es hora que lo sepan. Son unos caretas. Todos ustedes. Háganse cargo, putos, de una vez por todas.
        La gran verdad es que no quieren dejar. No quieren dejar de fumar, no tienen ganas de dejar. Tampoco quiero poner todo en los fumadores. Apunto a muchas cosas. Apunto al flaco que quiere tener el pelo largo, como lo tenía a los 15, pero se lo cortó a los 24 porque era políticamente correcto. Apunto a la flaca que se muere por comprar una remera de 47 Street pero no quiere sentir que está llevando puesto algo que “es de nena” y dice que esa etapa de vestimenta ha sido superada. Apunto al que tiene la guitarra arrumbada en el ropero y la mira con tristeza. Apunto al que va a bailar sólo para sacarse la foto con el logo del boliche como hacen las modelos, pero adentro se siente sapo de otro pozo. Apunto al que no le hace babucha a la novia por la calle, al que ya no sale sin paraguas.
        Creo que pareciera que hablo de gente joven, de mi edad. No, estas censuras nos las fabricamos constantemente. Ustedes notaron que las mujeres, llegada determinada edad, se cortan el pelo bien cortito? Y generalmente la excusa es “Ya no estoy en edad para tenerlo largo”. Señora, usted quiere tenerlo largo y algún dogma pelotudo le metió en la cabeza que si tiene más de 60 tiene que ponerse una pollera azul oscura, zapatos simil monja y el recontraputo saquito de lana, que no sé de dónde carajo los sacan porque no veo una sóla casa que venda ropa para viejas, pero todas se visten igual.
        Debe haber un negocio que no conozco, un “Geronte’s”, algo así.
        Señores por favor háganse cargo. La vida está llena de hermosísimas pelotudeces que queremos hacer y no hacemos, o que no queremos dejar de hacer pero decimos exactamente lo contrario. Cuéntenme, cuál es la historia, quién ha decidido hace años que fumar está mal? Mientras trate de no joder a los demás y se preocupe por eso, si quiere fumar, señor, FUME. Pero hágase cargo. Si quiere ir a la popular y cantar hasta perder la voz hágalo, se lo ruego. No vaya a la platea, o peor aún, verlo por la tele porque “ya no estoy para esas cosas”. Señora, no vea esos dvd’s, cierre Youtube, tómese un bondi y vaya a ver a la banda o solista que le gusta. Escriba, señora, pinte, toque el piano. Póngase una musculosa fucsia si le gusta y que le chupe seis pelotas si sus axilas no son lo que eran a los 20. Vaya, disfrute de ir a la plaza.
        Ahora que me digo plaza me acuerdo: Hace años tengo ganas de juntar a amigos míos de mi edad, que esa gente traiga otra gente, y ser, no sé, quince, dieciséis personas, y jugar una escondida, una mancha. Todos nosotros, treintones con poco aire, y si hacemos una escondida?
Quiero 4, 5 amigos de la infancia y una pelota. Hagamos un 25, por dios! Por patada en el orto, obviamente. Vayamos a comprar al kiosco unas Yapa, unas Punch. Cómo? Claro que todavía existen! Cómo no van a existir! Sos vos el que se alejó, ellas estuvieron siempre! Alquilar una cancha de Paddle y hacer un quemado. Por qué no? Por qué no juntarnos quizás una vez a jugar al Mario en vez de el torneo de PES en la play? Por qué no ese tatuaje, por qué no ese arito?

        Y comprate las All Star, pelotudo, si te encantan. Y andá a la popu a alentar al equipo, tu lugar siempre estuvo y eso en la cancha se respeta. Andá a ver ese show, en vivo suenan bárbaro. Tratá, una puta vez en tu vida, de hacer algo que quieras vos, y dejá de permitir que los dogmas, la tele, la radio, Facebook, los diarios, el carnicero, la señora de la esquina, el señor ministro, el cura de la iglesia, papá, mamá, tu marido, tu esposo o el prospecto de la Adermicina te indiquen la vida que tenés que seguir.

        Y te aclaro: Me importa tres carajos que te parezca que este texto sea del cagatachos de Claudio María Domínguez o del pelotudo de Ari Paluch, porque hasta en eso trato de emplear el hecho de hacer lo que se me cante, y seguramente si pensás eso es porque tampoco te permitís disfrutar de leer algo que no sea la página que te da órdenes, y te estarás preguntando qué hacés acá, en el blog de dos boludos que juegan a ser escritores, perdiendo tiempo en estas letras que se te van clavando bien bien despacito en la garganta  para acompañarte por un buen tiempo, hasta que te mueras o hasta que te crezcan huevos que sean un poco más grandes de los que tenés.

            Fer.

viernes, 8 de junio de 2012

Relaciones Unilaterales


La mirada, simple y sin más, siempre conllevaba a una sonrisa compartida, a un chiste, a una risa, era así, cada vez que estaban juntos, sea donde fuere ellos lograban divertirse.

Cuando la madre de Manuel murió, ella se entero pasada la tarde, sabía que estaba mal, lo había notado preocupado durante semanas, pero ese pseudo pacto que tenían, en el cual ninguno debía interesarse demasiado por la vida del otro, le había impedido preguntar mucho más de lo que él quisiera contarle sobre el tema, Manuel solamente algunas veces hacia algún comentarios sobre sus niños, a lo que ella sonreía amablemente, jamás mencionaba a su mujer y Julia verdaderamente lo agradecía en silencio. Pero la tarde en que velaban a la madre de Manuel, ella decidió salir, sutilmente, de ese velo de sombras en que ambos vivían.

Tomo su cartera, esa que la había sorprendido comprándola, ella no solía hacer ese tipo de compras, muchos de los rincones del universo femenino no eran existentes en ella, incluso muchas veces renegaba de tal cosa, veía a sus amigas arregladas, pasar horas en la peluquería y no podía mas que entender que era un despilfarro de tiempo, el cual podía ocuparse en otras cosas... -si no paso una hora cambiándome para venir al trabajo, puedo salir un poco más temprano de casa, pasar por un vaso de café e ir tomándolo mientras camino a la oficina y me fumo un cigarrillo, un jean, unas zapatillas y una remera no me hace peor team leader  que a vos que te llevo una hora y media salir de tu casa - solía decir mientras arqueaba una de sus cejas al hablar con algunas de sus compañeras de labor.

Camino hasta la puerta de entrada a su departamento y volvió unos pasos hasta la mesa donde estaba esa media esfera que servía de llavero y tomo las llaves del coche, había pensado en tomar un taxi, pero se arrepintió a último momento. La casa velatoria quedaba a unas 30 o 40 cuadras del departamento, en una zona de antiguas calles adoquinadas, le gustaban esas calles, le recordaban a las de Buenos Aires y mientras durara el viaje  se sentiría feliz de recorrerlas, no se sentiría tan extranjera o tal vez si y aquellas piedras solo la trasportaban a su lugar por un rato.

Estaciono una cuadra antes y todavía con las manos en el volante pensó si debía entrar en realidad, si su sola presencia no levantaría sospechas y tendría todas las miradas sobre ella, no conocía a nadie salvo a Manuel y ni siquiera sabía si el se sentiría cómodo de verla, aunque fue él quien le mando ese mensaje al móvil avisándole del acontecimiento, habían estado juntos en la hora del almuerzo y era raro, más que raro que volvieran a saber el uno del otro hasta el próximo día mas o menos a la misma hora, ella trabajaba solo a dos calles de la oficina de Manuel y tenía dos horas para almorzar, él, cómo era su propio jefe, hacia casi lo que quería con sus horarios, por lo tanto era el momento del almuerzo y en la oficina de el donde se encontraban, ese era el lugar que los dos habían sabido construir secretamente, era allí donde ella lo miro a los ojos la primera vez y lo beso luego de su segundo almuerzo como amigos, era en esa oficina en donde habían cultivado su relación, esa oficina que parecía una casa más que un lugar para trabajar, a la esposa de Manuel le había llamado la atención unos meses atrás ver una cafetera nueva, el no era un hombre que soliera tomar café, un te cuanto mucho, pero no era amigo de las bebidas caliente, Julia en cambio había dado literalmente un salto de alegría al ver la cafetera nueva que el había comprado exclusivamente para ella y para que no continuara con las quejas sobre no tener completamente a su disposición aquella bebida negra.

Se miro ella misma a los ojos en el espejo retrovisor del auto, se puso las gafas de sol y salió, guardo las llaves en su cartera marrón y la apretó contra su cuerpo, como si el bolso aquel fuese una especie de salvavidas, prendió un cigarrillo mientras caminaba y se seguro de apagar su móvil para evitar que sonara y que quienes no hubieran advertido su presencia de golpe la notaran.
En la puerta vio algunas personas, se alegro de divisar entre ellos al hermano de Manuel, lo había conocido unos meses atrás cuando apareció repentinamente y sin avisar un medio día en la oficina de su hermano mientras ellos habían bajado a comprar café para ella. Manuel había abierto la puerta mientras la besaba y para sorpresa de todos, su hermano estaba allí, buscando unos documentos. No había sido la mejor forma de conocer a alguien del circulo tan intimo de su amante había pensado Julia, pero bueno no podía hacerse mucho más sobre la situación  que en ese momento se había vuelto más que explicita. Pero verlo allí, incluso a pesar de todo la tranquilizo, ya no debía caminar directamente a Manuel para dar el pésame, ahora podría saludar a su hermano primero y cuando los demás preguntaran sobre quien era ella, la explicación se transformaría en un problema para el y ya no para ella o  Manuel.

Con un nuevo aire de confianza renovada se dirigió al más joven de los hermanos, quien al verla el se sorprendió , Julia esbozo una sonrisa de calma, se acerco, lo saludo con un beso en la mejilla y con un tono de voz bajo y dulce dijo: - lo siento mucho en verdad, solo pase para saber si podía ser útil en algo, lo siento, iré a saludar a tu hermano si me lo permites - , el joven sorprendido ante la presencia de la mujer, la misma mujer que había visto con su hermano tiempo atrás, esa mujer que debía tener su edad y no los diez años más que su hermano le llevaba, se había materializado frente a él, sentía sus nervios y eso lo hizo sentirse más nervioso o incomodo aun, Julia miro a la mujer mayor que estaba junto a quien ella había inmolado solo con un saludo y volvió a decir lo siento. Apretó nuevamente la cartera sobre su cuerpo, se quito las gafas y entro a la habitación donde ella sabía estaría Manuel.

Al entrar en la sala lo vio inmediatamente, el también la vio a ella, pensó en que bonito se veía con ese traje negro, pero trato de no fijar la vista en el, busco ya que los conocía a los pequeños hijos de Manuel mientras echaba una mirada rápida por todo el recinto, pero no logro verlos, a quien si vio, sentada en un sillón tomando la mano de una anciana fue a Ana, la esposa de Manuel, la conocía por fotos que estaban en la oficina la primeras veces en que ella la frecuento, le llamaba la atención y la intrigaba como esas fotos habían ido desapareciendo, recordó que cuando le pregunto a Manuel, este culpo vagamente a la mujer que hacia la limpieza y dijo algo de marcos rotos y que debía comprar nuevos pero siempre se olvidaba, Julia en ese momento no pudo esconder la felicidad de creer que las fotos estaban desapareciendo por su causa, sonrió y beso a Manuel.

Luego de aquel paneo visual y general volvió su vista a él, no parecía fastidiado de verla, en mas le sonrió, disimuladamente y sin hacer demasiado alarde de ello, eso la tranquilizo, se acerco, lo saludo tal como había hecho con su hermano, le dio un beso en la mejilla y antes de poder decir lo siento, escucho la voz de Manuel en su oído diciendo gracias, que bueno verte. Se aparto de él cómo impulsada por un resorte, -necesitas algo?-, pregunto Julia. -Ya no-, respondió Manuel con un tono de alivio.- Entonces mejor me voy verdad?, solo quería saber cómo estabas.-
-Estoy bien quédate tranquila, gracias por venir, mañana no iré a trabajar, no sé cuanto más tiempo lleve esto y me preocupa un poco mi padre, pero cuando todo vuelva a la normalidad te llamo, está bien?- pregunto cómo buscando aprobación sobre el itinerario a seguir, ella se sorprendió, evidentemente podía reclamar mas atención de Manuel de la que ella creía que en verdad podía, ya no eran solo pequeños gestos, pequeñas caricias en momentos que no las requerían, era algún tipo de plan en el cual Manuel la incluía de lleno, no sabía que decir, no sabía que pensar, estaba sorprendida, escucharlo en voz baja, con esa voz que tanto le gustaba a Julia decirle aquello la extraño profundamente. -Acomódate y ocúpate de lo que debes, el resto...luego vemos, me voy -  dijo mientras que por el rabillo del ojo vio a Ana acercándose,  - me voy, te dejo que des las explicaciones que puedas, ah, salude a tu hermano en la puerta. - dijo mientras se acercaba para despedirse de Manuel, y en ese instante el arremetió con todo sobre el corazón y la cabeza de Julia...- te quiero nena, lo sabes, gracias - dijo y  se aparto de ella para ir a interrumpir el paso de su propia esposa.
Julia quedo inmóvil, esta vez cruzo la cartera sobre su pecho y la apretó con sus dos brazos junto a ella, quería salir corriendo de ese lugar, si podía junto a Manuel, pero si no, no importaba, quería salir corriendo, pero sabía que no podía, apuro su paso lo mas rápido que pudo pero pensando que debía regularlo sino parecería que estaba huyendo de algo y las demás personas podrían pensar algo, cualquier cosa, y ella lo único que quería evitar era que alguien de los allí reunidos pensara algo, lo que fuera sobre ella.
En la puerta casi que no pudo contenerse,....si alguien había oído lo que Manuel le había dicho?, si Ana había escuchado?, pensó todo lo malo que podían significar esas palabras saliendo de la boca de Manuel y se aterro,  no pudo contra ello, corrió, corrió muy rápido hasta su auto, metió la mano en su bolso agarro las llaves, subió y manejo un par de cuadras escapando de algo que ni siquiera ella sabía.
Finalmente a unas diez calles de la casa velatoria, estaciono en una cuadra repleta de arboles.
Busco la caja de cigarrillo dentro del bolso que había tirado en el asiento de acompañante, todavía estaba nerviosa y necesito revolver todo lo que allí había hasta dar con la caja, saco un cigarrillo y lo prendió, noto que la mano donde sostenía el encendedor le temblaba un poco a causa de los nervios, se dijo a sí misma en voz baja dentro del coche, ya esta, ya paso como tratando de tranquilizarse. Pensó en prender su teléfono celular, si Manuel a demás de la muerte de su madre estaba ahora teniendo un problema marital, era su responsabilidad y debía tener el teléfono prendido en caso que el necesitara reprocharle a viva voz su aparición en el velorio. Era conciente de que aquella situación había sido provocada solo por ella.
Estaba aterrada, comprendió en ese mismo momento como todo había cambiado, las cosas ahora eran diferentes, ella estaba completamente enamorada de Manuel, pero el había dicho aquellas palabras y para ella habían sonado como una sentencia, ahora la persona que estaba del otro lado había materializado sus sentimientos, se los había tirado encima como una bolsa pesada de la cual ella debía hacerse cargo, las cosas no tenían que ser así pensó un y otra vez, al tiempo que las lagrimas ya empezaban a saltarle de los ojos, ella no quería que Manuel la quisiera, eso la comprometía, la obligaba a actuar en consecuencia, alguien iba a esperar de ella, eso la incomodaba tanto, le erizaba la piel. si algo le gustaba de aquella relación era justamente eso que Manuel había echado a perder solo unos minutos atrás, ella estaba lista para cuando llegara un final, ella sabía perfectamente que podía manejar sus sentimientos, jamás le habría hecho sentir esta carga a él, empezó a enojarse, al tiempo que pensaba que la acción se había tornado estúpida desde el momento que había salido de su departamento. las cosas no eran así y no debían ser así, aquel “te quiero” era cruel, había transformado una relación unilateral en algo de a dos, en algo compartido y Julia no podía hacerlo de esa manera.


Mariana.

Relaciones Unilaterales


       A modo de infidencia, puedo comenzar contándoles que, una vez que seleccionamos el tema definitivo de charla, suelo tener una especie de momento clave. Ni bien queda asentado el tópico, siento que llega a mí una epifanía, una suerte de revelación, en la cual puedo ver todo el texto escrito, su desarrollo, su comienzo y hasta su final. No obstante, justo es decir que ninguno de los textos que este blog adornan es el fiel resultado de las mencionadas revelaciones.
       En el caso de las relaciones unilaterales no pude evitar en ese primer momento ponerle rostros a la frase. Se me aparecieron caras, situaciones, personas, hasta incluso barrios o divisiones de colegio, trabajos, oficinas. En diferentes momentos de mi vida tuve, y sigo teniendo hasta el día de hoy, muchas relaciones unilaterales. Sobre todo de amistad. Gente que ha gozado de mi presencia, gente que la ha exigido y gente que nunca la pidió y no fue necesario. Gente que, cuando yo la necesité, no llegó a ser siquiera mensaje de texto. Aún hoy tengo ejemplos de personas que han manifestado públicamente ser mis amigos y no han estado presentes en uno sólo de mis problemas. Incluso no sabrían decir a ciencia cierta dónde vivo o he vivido. Y, curiosamente, no hace mucho medité acerca de estas relaciones unilaterales, pensando concretamente en eliminarlas, en quitar ese lastre, ese bagaje de gente completamente inútil, esa carga de gente que no aporta absolutamente nada pero sí se cree en condiciones de exigir. Y es en ese análisis que recordé, casi con ternura, al querido Fito, Adolfo Pedraza.
       Adolfo llegó a Buenos Aires a los 9 años proveniente de Jujuy. Su papá Roque había logrado exitosamente asentarse en su trabajo de fábrica, y en cuanto tuvo la chance envió el giro que posibilitaba que su mujer y el pequeño Fito vayan a descubrir ese mundo tan raro y enorme que parecía Buenos Aires. El momento del reencuentro en Retiro, a dos años de la última vez de verlo, es algo que Adolfo nunca pudo olvidar. No sólo volvía a tener un papá; también, por el mismo precio, tuvo un papá nuevo. Un papá feliz.
       Fito se puso el guardapolvo y hecho una pelota de nervios fue de la mano de su mamá a la escuela. No había sido fácil anotarlo en mayo, pero una milagrosa vacante apareció en cuarto grado para  su suerte. Aquella escuelita del barrio de Coghlan era como todas las primarias; un patio de baldosas azules y blancas, muy oscuras. Un busto de San Martín pintado de dorado, un escenario para los actos cuya parte trasera estaba repleta de mesas y sillas rotas, un aro de pelota al cesto que nunca nadie usó, despintado hace décadas de un celeste triste y pálido, ese color inequívoco de las cosas olvidadas. Fito entró al salón, olió el aserrín con el que barría la portera, olió la tiza, sintió el roce frío del jogging azul. Todos lo estaban mirando, hasta podríamos decir que lo estaban estudiando, pero Fito estaba ajeno a eso. No pudo sentir ninguna mirada, ningún estudio, ningún olor, calor o frío, y al mismo tiempo sentir todo eso junto en el momento en que sus ojos se cruzaron con los de Agostina Torres.
       No es complicado pensar que desde ese momento la vida de Fito tuvo un norte claro. Para Agostina, sin embargo, el momento había sido el mismo que llovía en ese grado esa mañana templadita de Coghlan; llegó un chico nuevo, mirémoslo para después serle indiferente, para después cargarlo, para finalmente tenerle lástima e ignorarlo definitivamente mudándolo allá, del otro lado del salón, allá en las vecindades de la ventana, allá donde no llego a ver, en ese otro barrio del salón que no conozco.
       Las amarillentas fotos del viaje de egresados de primaria los muestran lejos, siempre en diagonal. Igual que en el salón. El colegio secundario de Agostina fue un misterio que durante esos cinco años Fito quiso desentrañar, sin éxito. Se rumoreó en algún momento una mudanza, una tía en Palermo…nunca se pudo confirmar.
       Preocupado por la situación de su hijo y viéndolo cada vez más retraído en sus pensamientos, don Adolfo tuvo la feliz idea de hacer debutar sexualmente a su hijo. Seleccionado el lugar (un tugurio infecto de la calle Brasil, en el siempre complicado barrio de Constitución), Fito accedió sólo para dar a su padre la idea de que su hijo era en realidad un chico feliz, viril y seguro de sí mismo. La cruel realidad que devolvía el espejo matutino era totalmente distinta; Fito dejaba correr sus días en una monotonía constante, había hecho de su amor por Agostina su mayor impulso, su religión. Estudiaba y trabajaba con el mismo desgano de todos los días, pero el éxito no le era esquivo, ya que el faro que lo iluminaba no le consumía más que imaginación; todas sus energías físicas eran puestas en su trabajo y su estudio. Fito vivía de manera absolutamente mecánica; estudiaba Licenciatura en Kinesiología y Fisiatría en la UBA y trabajaba en un estudio jurídico en el que avanzó rápidamente, pasando de cadete a tener su propio escritorio desde el cual manejaba toda la burocracia que entraba y salía de esa calurosa oficina, ahí, a una cuadrita de Tribunales, en la calle Tucumán.
       Rápidamente aquel chico provinciano comenzaba a hacerse un nombre importante; renuncia a los 30 al estudio, logrando un buen arreglo monetario; sumado a un oportuno préstamo bancario consigue abrir su propio consultorio en un noveno piso de un coqueto edificio a estrenar, y ya con el diploma colgado pudo inaugurar su nueva etapa de kinesiólogo oficial.
       Coghlan se revolucionó; Fito rápidamente pudo hacer una cartera de clientes y hasta incluso tuvo que contratar una chica para que le ordene los turnos. A menudo no podía almorzar o comer tranquilo. Mujeres grandes, hombres jóvenes, lastimados, deportistas; la fama de Fito fue expandiéndose de tal manera que al año de abrir el negocio decidió levantar las publicidades de las revistas barriales porque prácticamente no tenía espacio para clientes nuevos, y aunque se sabía totalmente infeliz, ese norte definido e indefinido que resultaban los ojos de Agostina no le consumía mayor impulso que soñarla con los ojos bien abiertos en su cama, cuando se acostaba y la almohada le chamuyaba un futuro con sus ojos.
       Ojos que, como el perspicaz lector habrá supuesto, se presentaron acompañando a su portadora una fría mañana de agosto. Agostina nunca se había mudado del barrio, y su trabajo como secretaria en una oficina del centro porteño le estaba empezando a pasar factura. La mala postura ante la pc y el exceso de mouse la tenían a maltraer, y la fama de ese jujeño mágico que tenía a las viejas saltando la soga en el Centro de Jubilados llegó a la puerta de su casa. Era cuestión de tiempo, nomás.
       Se presentó con la secretaria y esperó mientras hojeaba una Cosmopolitan. A metros de ella, Fito sentía cómo le sudaban las manos, cómo un nudo de más de veinticinco años se le clavaba en la garganta. Tres veces agarró el picaporte, tres veces se frenó. Se sentó en la camilla y lloró en silencio. Había leído “Agostina Torres” en la ficha, la había espiado por una ventanita que comunicaba a la recepción. Era ella. Todo su mundo era ella. Todos estos años.
       Se secó las lágrimas, respiró hondo, miró de nuevo. La ventanita no permitía que se vea de afuera hacia adentro y verla de nuevo lo animó. Pudo ver que no llevaba ningún anillo puesto, sonrió tímidamente. Se miró al espejo, se acomodó el peinado. Finalmente y después de respirar hondo otra vez, abrió la puerta con timidez, y, con un hilito de voz, dijo “Agostina Torres…pase, por favor”.
       Qué garca Fito. Cuando andaba deprimido me llamaba, pero cuando yo estuve mal…ni un mensaje de texto siquiera, querés creer…
       Que se vaya a cagar.



       Fer
        
       

viernes, 1 de junio de 2012

no niego, es la realidad

       El tema es que hará cosa de, no sé, un año, me detectaron una enfermedad jodida. La verdad que no me la veía venir.

      Me acuerdo que en el momento de la noticia el Dr. Robledo me miró por encima de sus anteojos. Viste Aníbal Fernández? Es igual, la misma cara. De hecho las veces que lo vi me acuerdo que me había hecho una especie de mini juego interno para zafar el momento, y me apostaba a mí misma que le iba a poder ver los dientes superiores, pero sus bigotes siempre me cagaban y nunca me compré el Toblerone en la vuelta a casa. Las apuestas, nobleza obliga, hay que cumplirlas. He tratado artilugios como decir algo muy agudo para hacerlo reír tirando la cabeza hacia atrás. Se cagaba de risa, pero al día de hoy sigo sin verle los dientes.

      La cosa es que ese día me siento y me mira por encima de los lentes sin marco. Los baja hasta el tabique y me dice “Mirá, Melina…es necesario que entiendas que esto que te voy a decir ahora tiene la relevancia justa que vos le des, y cuanta más relevancia le dás más lo estás fortaleciendo…vos sabés que hoy por hoy la ciencia…”, bue, les ahorro el quilombo, estoy en una cama cagando lentamente la fruta. Me acuerdo que cuando Robledo me tira esto yo internamente me puse a buscar dolores, molestias. Viste cómo es esto, salís a la calle hecha una campeona y te encuentra una vecina que te dice “Ay Meli, qué linda estás…estás más gordita!” y automáticamente te sentís hinchada, te empiezan a apretar los pantalones, el corpiño te asfixia y sentís peligrar la salud del ojo del perrito de la vecina si el botón del jean llega a saltar como vos sentís que vas a hacerlo. Bueno, me puse a revisar en mí algún dolor, una molestia, algo…nada. Me sentía perfecto. Ya no escuché mucho más, asentí cuando el tordo ponía cara de esperar respuesta, me rajé en cuanto pude, listo el pollo.

      En el bondi estudié la situación. A ver, qué hacemos con esto. Necesitamos ayuda. Yo tengo una tendencia de mierda a decir las cosas de la manera más cruda que pueda haber, pero me pareció que era buena la idea de consultar diferentes personas con diferentes puntos de vista para saber cómo coño encarar mejor lo que me estaba pasando. Total, a ver, lo que depende de los médicos no me incluye más que como paciente. El tema es cómo encararlo mejor para que me rompa las pelotas lo menos posible.     

-          - Mamá, me estoy muriendo. Acto seguido, llantos, cajita de cristal, vas a ver que no va a pasar nada mi amor, vas a ver que está todo bien. Yo no voy a dejar que te pase nada mi chiquita, no digas así, creeme cuando te digo que.

-          - Padre, me estoy muriendo. Acto seguido, hija, no digas así, el Señor está velando por tu salud en todo momento y esta será sólo una prueba que debes sortear porque en realidad lo que está ocurriendo es que.

-          - Licenciada, me estoy muriendo. Acto seguido, yo creo que estás intentando visualizar el peor escenario para tratar de crear una capa que te proteja, es nada más que un mecanismo de defensa que estás utilizando, en realidad no creés que te estés muriendo pero tu subconsciente te indica que.

-          - Amigos, me estoy muriendo. Acto seguido, no hablés pelotudeces, no ves que te agarraron a tiempo, no pasa nada, abrazo fuerte, esta noche salgamos, lo mejor es que te despejes, que pienses en otra cosa, vamos a escabiarnos así no te focalizás en que.

-         - Abuelo, me estoy muriendo. Acto seguido, no mi alma, quedate tranquila y ni pienses en eso, yo voy a ir a ver al pastor esta noche y me gustaría que vengas, el siempre sabe, igualmente voy a prenderle también una velita a mi santo, vos sabés que siempre que.

-         - Pastor, me estoy muriendo. Acto seguido, estos son los casos imposibles que Dios siempre soluciona, la vida hermosa que tenés, mirá tu juventud, vos no te estás muriendo, yo te aseguro que si venís todas las semanas nunca tu doctor va a entender qué pasó porque Dios, DIOS es quien logra mediante la fe que.

      No importaba lo que haga, yo les estaba planteando una situación concreta. Ninguno siquiera tuvo la idea de fijarse si por una de esas putas yo tenía razón. Dieron por sentado que yo les estaba preguntando “Che, qué les parece? Me estoy muriendo?”. Y no, se los estaba contando, a ver señores, estos son los hechos, qué les parece a ustedes, que no lo están atravesando, que sería el mejor camino para aceptarlo?

       Pero no, no lo habían aceptado ellos. Tampoco lo están aceptando ahora que ni siquiera puedo levantar el brazo, que apenas les puedo expresar algo con un guiño de ojo, ahora que lo único que hacen es llorar y compadecerse de mí, ahora piensan en mí? Ahora piensan en mí, manga de soretes? Todo este tiempo estuvieron ocultando la realidad, MI realidad, porque no eran capaces de aceptarla, y me querían convencer falsamente que mi realismo en realidad era negativismo?
      Ahora no me lloren un carajo, sigan pensando que la vida correcta es vivir a lo Flanders, sigan creyendo en chanchitos rosa. Sigan pensando esa farsa de “Piensa bonito, que si piensas bonito, sucede bonito”. Esa frase sólo queda linda si la dice Milagritos López, la gran verdad es que si pensás bonito sucede como tenga que suceder, y si sucede como el orto, tu palo, tu desilusión, tu angustia, van a ser mucho mayores, porque en vez de analizar los diferentes escenarios posibles sólo analizaste el éxito, sólo analizaste la victoria, y por no haber siquiera sospechado que podías perder es que la derrota te golpea tan fuerte que no sabés cómo carajo levantarte. Así es como te deja tu pareja. Así es como tu equipo desciende. Así es como perdés.

      Así es como ustedes están todos llorando con un cadáver que se ocuparon minuciosamente en no ver venir, así es como yo, la negativa, estoy tranquila. Porque me la ví venir, porque lo que dependió de mí lo hice, porque la luché hasta donde pude, y también porque les dejo una hermosa piedra en la cabeza a todos ustedes, manga de giles, que cuando les pedí ayuda terminé consolándolos yo.



Fer.

no niego, es la realidad


*
- Me dice que conmigo no puede hablar, que ante todo siempre estoy negando, pffff…como quiere que no niegue, si no hace más que proponer boludeces, si alguien viene y me dice mira voy a frenar el tren de las 6, si el rápido que va a la Pampa de pecho, y seguro que no me pasa nada, yo necesariamente le tengo que decir que lo van a juntar con cuchara, entendes…. –
- si, yo te entiendo el punto pero….vamos, vos sos una persona negativa –
- es ahí donde te equivocas, yo no soy una persona negativa, yo no creo que todo este mal o que todas las acciones del mundo estén mal, yo lo único que creo es que si me venís a plantear una boludez es obvio que te voy a decir que no, y no cualquier no, un no fundamentado, como corresponde, no un no porque no –
- Laura, vos te acordas esa vez que le dijiste que no podía aceptar el laburo de México, el flaco lo había recontra pensado y era la oportunidad, después pasó lo que pasó no?, pero bueno, le habría servido de experiencia mas no sea –
- ahí está!, mira como vos sola te metes al matadero, “después pasó lo que pasó”, no me jodas, después pasó que la empresa quebró y los dejó a todos varados allá, ahora… si vos queres creer que yo le cagué la carrera porque le dije que estaba laburando para un par de garcas …allá vos y el hecho de no poder ver mas allá de tu nariz, -
- bueno, otro ejemplo, el otro día cuando vino Pablo todo contento a decirnos que se iba a construir la casa, no pará, no te rías, dejame terminar vos viste la cara con la que se fue cuando terminamos de cenar…-
- y que querías que le diga, a ver lo banco, hasta te diría que le tengo aprecio, pero se va a construir la casa en el fondo de la casa de la madre, porque se quiere ir de la casa de la madre…hola? –
- pero no tenías derecho a tirarle la ilusión a la mierda –
- mirá si viene y me lo comenta está buscando mi opinión, además se supone que disque amigos somos –
- sí pero igual Lau, está mal, fuiste re negativa –
- a ver vamos de nuevo, con el mismo racionamiento que le hice a él, se muda de la casa de la madre para construirse en el fondo de la casa de la madre, con una madre muuuuy parecida a la mía, invasiva que no entiende jamás cuando está rompiendo las pelotas y que todavía creen que tenemos 10 años, se construye en el fondo de la casa de la madre porque necesita rajar de ¡esa! madre, de la misma forma que necesite yo hace mmmmmmmmmmm dejame pensar  12 años antes?, ya esta grande y pelotudo como para no resolver el Edipo, y al flaco no se le ocurre mejor idea que esa –
- no es que se le ocurrió, no tiene otra opción, vos viste lo que es la vieja, y no le dan los números para un alquiler –
- momento, momento, si se le ocurrió y ahí está tirando la guita, por qué?, porque ese tipo de gente, ósea ese tipo de madres no lo entienden… entonces sabes que, la doña se piensa que le están haciendo un quincho, va a ser igual de invasiva, metida y rompe pelotas, Pablo lo único que está haciendo es hacerse una pieza cariiiisima, nada más. –
- no, es al pedo con vos, sabes que tiene razón Andrés, que seas más negativa sería imposible,…-
- no, no es negativismo es realismo, te gusta bien, no te gusta anda a hablar con tus otras amigas Juli…-
- bue, ya esta te salió la soberbia de adentro, no podes con vos misma es al pedo, cambiando de tema, cuando lo vamos a conocer –
-no, lo van a conocer…-
- yo sabía, te juro que sabia…a ver por qué no lo vamos a conocer? –
- eh, porque no Juli, me cuesta a mí que los quiero a veces ser amiga de ustedes, no lo van a conocer, no lo voy a exponer a que tenga que estar hablando con el pelotudo del marido de Clara mientras hace el asado. Lucas es diferente, es mas como yo, no lo van a conocer, me cuesta a mí a veces hablar con ustedes, lo llego a llevar uno de los días que nos juntamos a cenar y se vuela la tapa de los sesos y no quiero, a mi me gusta – sonrió, al tiempo que reflejo una mezcla de capricho y superioridad con la mirada.
-sos tan odiosa Lau, pero tan odiosa, sabes qué?, no lo queres traer no lo traigas, seguramente tendrán grandes temas de conversación vos y el pobre flaco ese que te banca, no lo traigas-
- no lo voy a llevar, eso está claro desde un principio – rió, miró el reloj, sabía que en un rato debía salir hacia el instituto, tenía que dar clases y estaba bastante intrigada de por qué su amiga le había propuesto tomar un café  cuando solían juntarse a comer bastante seguido, así que decidió arremeter y preguntar… - Ju, paso algo que dijiste de juntarnos? –
Julieta dudo, tenía una noticia que darle a su amiga, pero sabia que ella iba a tomarla y acto seguido destrozarla, derrumbarle todos los castillos que había construido, romperle la ilusión en mil pedazos, por eso había decidido sacarla del grupo, para que no abriera la bocota delante de todos, para que no la pusiera en vergüenza, si había que recibir las balas mejor sin testigos, Laura decía que se le dificultaba ser amiga de ella, pero no sabía en realidad lo que le costaba a Julieta.
- Me voy a casar Lau, nos casamos con Rodrigo en diciembre, eso es lo que te quería decir . – y se quedo callada, sin más que agregar esperando el palazo de su amiga.
- Está bien, me imagine que venía por ahí, no voy a decir nada, ya sabes que creo que Rodrigo es un boludo, pero bueno pienso eso del 90 % de la raza humana, que le voy a hacer?, no te voy a decir nada.-
Julieta comprendió que era preferible la negatividad de su amiga, que sin eso no tenia colchón, ese colchoncito que Laura sabia amoldar mejor que nadie para que las caídas no fueran tan fuertes, entendió que con esos no cuidaba, los bajaba a tierra, los llamaba a la realidad.
(* Aviso: antes que nada esta fue una semana particularmente rara, no importa si rara buena o rara mala, pero rara es la palabra, así que disculpen por este texto que es lo peor que he hecho en muchísimo tiempo, no lo lean, está todo bien, es realismo.)

         Mariana.