viernes, 27 de abril de 2012

Misma piedra, mismo lugar

Calle Tinogasta al 2800, del otro lado de Av. San Martín. Villa del Parque. Pleno otoño. Esa calle termina en una entrada a la Agronomía, y tiene la particularidad de que todo lo que bordea al Club Comunicaciones en otoño se llena completamente la vereda de hojas amarillas. Tengo 6 o 7 años. Más no.
               Vengo caminando por la vereda, no hay nadie aparte de mi, serán las 5 de la tarde, mano izquierda, pateando esas hojas que son miles. Miro para enfrente. El restaurant de la esquina, todo en madera. La parte de atrás de la gomería, con esa nenita que me embelesó aquella vez que fui con mi papá a emparchar una rueda. Creo que ese día me enamoré por primera vez. Era tan nenita como yo pero quizás tendría 10, y yo no me animaba a hablarle. Ví que estaba barriendo pero antes con una botellita tiraba gotones de agua dispersos por el piso.
- Por qué le tirás agua al piso?
- Para que no levante polvo.

               Esa fue toda la charla y una enseñanza que nunca me olvidé y más de una vez puse en práctica, siempre con el mismo resultado, lo que está seco levanta polvo y lo mojado hace barro. Creo que me la tengo que volver a encontrar.
               Sigo caminando por la vereda jugando con esas hojas enormes, enormes, de diferentes tonos de amarillo, con la camperota que no me deja moverme. Camino, retrocedo, hago remolinos de hojas, corro, me freno, soy feliz. De repente escucho otros pasos detrás de mí. Me doy vuelta y es un ovejero alemán grande, enorme te diría. Está a varios metros y me muestra los dientes. Yo camino hacia adelante con la cabeza girada para atrás, mirando al perro, y éste parece enfurecerse cada vez más. Empiezo a correr y el perro empieza a correr atrás mío. Me doy cuenta que es más rápido que yo, me doy cuenta que estoy jodido, pero ya pasé la parte de las rejas del colegio y es todo pared, no tengo realmente dónde ir ni dónde esconderme y ya estoy en ese momento de la velocidad en que las piernas empiezan a descontrolarse, miro para atrás sin dejar de correr, el perro se acerca cada vez más, y en mi descontrolada carrera hacia adelante mirando hacia atrás, a ese perro que sólo piensa en merendarme, no veo un adoquín en el medio de la vereda, disimulado entre las hojas. Siento el golpe en el tobillo, un pánico incontrolable, nervios, agitación y se me cruzan caras por la mente, todo eso en los dos segundos que tardo en caer torpemente al piso antes que se me cierren los ojos.
                Me dí cuenta que me estaba quedando dormido,  y no daba. Me voy a la mierda porque no llego a buscar al Flaco. Abro los ojos, me clavo un matecito al paso que me da mi vieja y agarro la bici.
-Volvés?
-Ni puta idea!

                Agarro la bici y salgo en el aire por Suipacha, ya sé que llego justo así que no hay mucha opción, doblo por Av. Santa Fe… y a correr entre los bondis. La verdad que siempre me gustó esa pelotudez, pero en este caso era hora de probar que las horas de Need For Speed servían para algo. Crucé la 9 de Julio en el aire con el semáforo titilando. Tirate un pedo, amarillo, el Flaco se va a la mierda y me quedo de cara todo el fin de semana. Empecé a pensar mi ruta, tenía que ir a Córdoba y Callao, pero si agarraba Callao estaba al horno, tenía que estar de la mano contraria. Cambio de rumbo señor, agarramos Rodríguez Peña y bajamos por esa que va a ser más fácil. Me cruzo sospechando las puteadas de todo el universo, pero entiéndanme, yo me los vivo fumando a ustedes! Tuve que mirar sí o sí a la izquierda porque siempre hay uno que quiere ganarle a la bocacalle. Lo siguiente fue ver mi bicicleta desde arriba, puta, no tener una cámara, un fogonazo verde (Creo que era un 37), varios ruidos agudos, un golpe en la nuca, el cielo nublado, los cables de teléfono, el asfalto frío, un sueño tremendo que me agarró de repente y al que no le pude hacer fuerza, por más que lo intenté, una voz que me pregunta algo, tengo sueño, te quiero entender, pero no puedo, después hablamos, me duermo, “Quedate conmigo”, cierro los ojos. Perdoname.
            El chorro de agua fría era bastante necesario, la verdad que hace calor acá. Me vuelvo a lavar la cara, me restriego los ojos. Apoyo las manos en la pileta, y con la cara goteando me miro al espejo. Me seco con esas toallitas de papel marrones que son una mierda, me fijo que no me quede nada pegado…lo de siempre. El traje me queda lindo, no hay nada que hacerle…lástima que no tuvo quórum la idea de combinarlo con las All Star. La próxima no le pregunto un carajo…qué va a hacer, volverse? Pasa uno por atrás, pasa otro, me saludan con cariño, como si me conocieran. Este ambiente es una mierda en ese aspecto, con ese cuentito de “somos compañeros del medio” se justifica que este flaco al que cada vez que lo veo en la tele me parece un pelotudo me saluda en el baño mientras mea alegremente en la primera vez que nos vemos personalmente, y mañana seguramente dirá que fue una gala hermosa en la que estuvo compartiendo hermosos momentos con varios amigos, entre ellos yo. No pierde oportunidad de palmearme el hombro cuando se va. No sólo es un pelotudo…tampoco se lava las manos.
- Dale boludo que viene nuestra terna!
- Carajo…ya estoy.
Última miradita al pasar en el espejo…cuánto lujo al pedo! Bue, vamos. Presentador…quién presentará la terna? Qué me merezco? Ahora vamos a ver qué tan importantes somos…uno piensa un Darín, un Luppi. Aparece Horacio Cabak. Bue, pasame el vino…dice los nombres, sonrisa obligada. Pseudo nervios, la gran verdad es que están jugando Ferro-Defensa y Justicia y me juego las bolas a que debe ser un partidazo y me encantaría estar tirado en el sillón viéndolo. Salga como salga esto, me voy en el aire a casa, muy lindos los timbos pero no siento el dedo gordo. Horacito abre el sobre, y a la tercera letra de nuestro nombre siento que se me catapultan 5, 6, 10 personas, toda la mesa, todos se tiran encima de mi silla, inclinándome la cabeza hacia mis piernas, una mezcla increíble de perfumes y los “VAMO  CARAJO” que se suceden. Quedo totalmente tapado entre gente que no me deja ver y ruidos que no alcanzo a oír.
De a uno se van levantando de encima mío pero no los saco…sentir el pasto en mi cara no deja de estar bueno, los “Vamos carajo” no paran, me pegan en la nuca, “El-Ci-clón! El-Ci-clón!”, me incorporo de a poco y miro la hinchada, por dios que revienta, veo puños levantados, levanto el mío. Me vuelvo despacio al medio, trotando. Miro la platea, miro al cielo, me doy un beso en el escudo. 1-1, faltan 10, los tenemos de hijos y estamos mejor. Vamos carajo. Sacan del medio, “…pooooonga huevo queee gaaanaaaamooo!”, la recuperamos en ¾ nuestros y salimos como tiro, dásela al Pipi boludo que está libre, el 5 queda corto y yo tiro la diagonal para soprender a los centrales. Al 6 lo pasé por atrás, el 2 no sé dónde está. El flaco se acerca y me ve, le marco la diagonal y me la tira pero por arriba, me cagó. No puedo definir yo, la tiro a la raya y que echen el centro…cuando llega la pelota llega adelantada, tengo que tirarme a cabecear pero medio en palomita. Nunca me dí cuenta que el 2 de ellos estaba saliendo de atrás al centro, sin mirarme, y también tiró la palomita. Estoy  viendo la pelota, la platea de fondo, puta, no tener una cámara. Siento un golpe tremendo en la sien. Se apaga todo.
El frío me estaba matando y me hizo abrir los ojos por más que prefería seguir pensando en mi mamá y en sus ravioles con estofado. A lo lejos se escuchaban bombardeos por todos lados, a la derecha, a la izquierda, adelante. Tardé un segundo en darme cuenta que era uno de esos momentos de tensa calma
- Dónde mierda estará Pereyra?
- No lo veo desde hace rato a Julián, Varguitas. Ni idea.
Julián Pereyra y Néstor Vargas se hicieron hermanos. No amigos, hermanos. Los conocí cuando hacía 10 minutos que se habían presentado, en ese momento en el que sabíamos que nos íbamos a subir a ese avión sin saber con qué nos íbamos a encontrar. Había un ambiente de nervios y de pecho inflado, de voy a dar la cara por mi país, de a estos piratas los vamos a sacar de una patada en el orto. También había algunos que no teníamos idea de qué estaba pasando ni por qué estábamos ahí. En realidad mis viejos siempre me contaron claramente lo que estaba pasando cuando después de la 3ra mudanza en 5 meses pregunté qué onda. Me hablaron claro, largo y tendido en una noche de café y cigarrillos que sonaba eterna y clarificadora. Ese día me hice hombre. Cuando no supimos más de mi tío, me pidieron que por favor nunca hable de nada de lo que habíamos hablado esa noche con nadie. Algunos de los que esa mañana estábamos ahí ni siquiera teníamos muy en claro qué estábamos defendiendo. Varguitas, Pereyra y yo estábamos de ese lado.
Los dos rosarinos, los dos enfermos de Central. Los dos habían estado siendo muy chiquitos, diez años atrás, de la mano de sus respectivos viejos gritando el gol de palomita de Poy. Los dos cuando hacía calor eran llevados en un Torino con una heladerita con Pomona y duraznos fríos a La Florida, los dos se emocionaban recordando lo enormes que les parecían las palmeras del Boulevard Oroño, los dos se sentaron con sus viejos en el bar La Facultad, ahí en la esquina. Me hicieron acordar de mí de chico en Rosario, del Hotel Onix, y de mi vieja diciendo que los sándwiches de pavo de ese bar eran lo mejor de la historia. Los dos muy pibes, solos, en un lugar que no era el suyo yendo a otro que mucho menos. Los dos cagados en las patas, se hicieron hermanos en un ratito, se vieron en un espejo y se hicieron para siempre uno en ese momento en el que hasta empezaron a ir para atrás en el tiempo haciendo fuerza para ver si habían sido compañeros de colegio o quizás primos lejanos de alguna tía bastante trola que tenía Varguitas.
-Debería estar acá…no sentís algo feo?
-Estoy cagado en las patas, Néstor. No me hagas pensar.
Las sospechas no eran infundadas y de atrás de una roca de repente vemos que Pereyra, el Juli, el que ya se veía venir que se iba a quedar pelado, el flaquito que el uniforme le bailaba por todos lados, sale en un segundo disparado hacia nosotros, desencajado.
- CHICOS..!
No alcanzó a decir el resto cuando vimos que el bolsillo del uniforme explotó en gotas de sangre pegando un grito. Fue leve porque cayó mirándonos. Yo entendí al instante que estábamos hasta las pelotas y que no nos teníamos que mover, también entendí que el Juli se estaba haciendo el muerto para que no nos capturen. No teníamos la más pálida idea de cómo hablar inglés y si ellos tenían los mismos códigos que nosotros, las manos en alto iban a servir de poco. Pero Varguitas se dejó llevar, no lo pudo soportar. Se vio en el espejo, se vio en la tribuna, lo vio al Juli cayendo y no entendió. Se levantó de al lado mío y salió corriendo hacia Pereyra para traerlo hacia donde estábamos nosotros. Se le nubló.
- Varguitas, la concha de tu madre! VARGAS!
Fue una sóla ráfaga, creo que cuando tocó el suelo ya estaba con el abuelo. Lo miré a Juli, tirado en el piso, el Juli me estaba mirando, sentado y abrazado a mí mismo. Estaba llorando. Yo también. Sentí un grito arriba mío, miré con resignación. Ví el caño, frío como esa tierra de mierda que ni siquiera sabíamos que existía, ni yo ni mucho menos el que me apuntaba. Seguro que le gustaba el fútbol., Metí la cabeza entre mis rodillas y cerré fuerte los ojos. Quizás el estofado todavía no se había enfriado.
Se ve que el tema había cambiado. “Holier than Thou” de Metallica te puede hacer despertar de la mejor siesta. Abrí despacito los ojos, los pies enterrados en la arena, qué placer. Miré a mi alrededor despacito, las pibas con el perrito que hacía pozos,  la señora con el sombrero de paja debajo de la sombrilla con una camisa sobre los hombros. A qué viene a la playa, señora? El culo de la rubia esa, mamadera. Miro la carpa, qué pedazo de calor…me acomodo un poco en la reposera…me dejé el libro en la panza, carajo, tengo todo el ombligo transpirado,  y el broli empapado…qué diría Dolina si me viera…
- Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaae Chorrrro boleeeeeeeeeeeeeeeee!
- Eu!
Una falta de respeto que te pase por al lado el muñeco vendiendo churros de El Topo y no comprarle.
- Guarda que se viene, apurá los mates, maestro.
- Vos decís?
- Mirá para el fondo. Gracias amigo! Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaae Chorrrrrrrrro boleeeee!!
Tenía razón el loco. En un segundo se encapotó pero raro, esa sensación que te tiene ahí, con los brazos atados a ambos lados, me quedo, me voy, aprendo a volar de golpe. Miro el mar y se estaba picando, la gorda estaba persiguiendo al sombrero de paja tan aparatosamente mientras el viejo le decía que lo deje, que se vaya a la mierda, que después le compraba otro. Era graciosa la imagen, pero cuando vi que mi libro estaba siendo cristianamente sepultado por la arena y que la carpita se movía como un samba me pareció que tenía algo más importante. Me dí vuelta, miré la carpa, la reforcé como pude, el viento me estaba llevando y yo sentía cómo se me clavaban aguijones de arena en la espalda, metí el libro adentro, el termo, todo era arena y dolía. Entendí que era imposible irse, y para salvaguardar mis cosas no me quedaba otra que meterme adentro y aguantar. El ruido era insoportable, me sentí a merced del mundo. Me di vuelta para tratar de cerrar la carpa y dos cuchillos de arena se clavaron en mis ojos mientras todo lo que para mí era mundo parecía empezar a volar.
 Estaba calentito, oscurito…viajar en el 57 es tremendo si venís con sueño. Corrí la cortinita bordó, esa que la tocás sin querer pensar en cuántos la tocaron y para qué la usaron, y ví que ya había pasado el puente. Agarré la mochila, me fui despacito para adelante, estirándome de a poco. Me bajé al 5100, serían las 5. Me fui caminando hacia atrás, estaba fresco. Llegué a la esquina y doblé por Tinogasta. Mirá el restaurant…abandonado, qué hecho mierda está…la gomería, te acordás? La nena debe ser madre ya…la imagino barriendo en una casa en Paso del Rey, no sé por qué ahí, tal vez Merlo, puerta abierta, dos nenes con mocos…y ella tirando agua para que no se levante polvo cuando barre. Miré con melancolía las hojas amarillas del otoño, el mismo otoño, las mismas hojas, los mismos árboles. Me fui hacia Agronomía, pasé por la puerta del club. Miré los edificios de enfrente, pateé hojitas y me emocioné, sentí que era chico de nuevo, y recordé ese sueño recurrente del perro, ese que terminaba cuando soñaba que me caía y me despertaba con ese cimbronazo inexistente que uno siente en el colchón, pensé qué carajo tendría que ver ese miedo tan grande con el amor que le tengo a todos los perros, hasta a los más peligrosos, recordé ese sueño tan claro que lo estaba viviendo pero con varios centímetros más. Miré la reja oxidada del colegio, el paredón de ladrillos al frente, miré para abajo, y sí, ahí estaba el adoquín. Como si alguien lo hubiera puesto para mí, exactamente igual que como no lo recordaba, misma piedra, mismo lugar. Seguí caminando y, mientras me acercaba, decidí  por primera vez  y totalmente consciente de mi inconsciencia, tropezarme,  también por última vez, en todas mis vidas.






Fer.




Misma piedra, mismo lugar


Si me viera en la obligación de tener que hacer una lista con todas las veces en las cuales he visto la piedra ahí, justamente ahí, delante de mis ojos y me repetí a mi misma por lo bajo  “- ojo nena que ahí está la piedra, no seas tan estúpida de volverte a tropezar!”, para solo un segundo después, encontrarme desparramada por el piso, tratando de ver que me había pegado, seguramente terminaría con todos y cada uno de los árboles que quedan en el Impenetrable chaqueño, ya que la cantidad de papel que necesitaría, solo sería comparable con eso.
Sé que mal de mucho es consuelo de tontos, pero como no me creo la más viva de la cuadra, me consuela pensar que no es solamente un mal mío, sino de toda la humanidad sin importar tiempo ni espacio, un ejemplo a modo de instructivo, tanto batallaron los franceses para sacar a un Rey con su revolución, tanto batallaron por no tener más un tirano que les manejara la vida para que solamente 10 años después viniera un tipo como Napoleón y se nombrara emperador de Francia, zaz!, ni siquiera rey, el campeón  se nombró emperador y los franceses contentos  y si no te gusta la tiranía de Luis, no te preocupes acá vengo yo y en cuanto te escucho levantar la voz te deporto….sé que comparar mi vida con la Revolución Francesa es darle demasiada relevancia, pero bue, era el ejemplo más claro que tenía a mano, al fin y al cabo vivo de ese tipo de ejemplos.
Pero a mí siempre me torturó una duda…soy realmente consiente, puedo ver la piedra a la distancia? O solo me doy cuenta un vez que estoy despatarrada en el piso, que otra vez, la muy cínica se me puso en el camino.
Juro que mil veces, he tratado de no volver a caer en mis mismos errores, digo ante tal o cual situación, no voy a enojarme, esta vez no!, para 5 minutos después destilar furia por los poros, pienso en que no tengo que tener mis raptos de soberbia y arremeter con cuanto se me cruce por el camino, porque al final de cuentas eso me termina haciendo mal a mí, para estar un rato después, mirando todos los muñecos que tumbé en mi ataque superyoico. Pero con la piedra que más odio tropezar es con la del tiempo, esos momentos en los que digo, nah!, lo dejo, después lo hago, después estudio, estudio un par de días antes total es fácil, empiezo a cocinar más tarde, o voy hasta el almacén en un rato, para salir de casa y darme cuenta que ya cerró, que me faltan dos días para el parcial y que en media hora necesito tener la comida lista…me detesto a mi misma y les juro esto me pasa una vez por mes y cada vez digo y me repito que no me tiene que volver a pasar y para eso me hago cronogramas, planes de acción, para terminar siempre con el mismo resultado: otra vez me tropiezo con la piedra de mi propio caos.
Esta vez me voy a tomar el juego más relajada, al fin de cuentas uno juega para divertirse, para compartir un rato con Maty y con esos “amigos” raros que tengo desparramados por el mundo, no me voy a enojar con el Cabe y voy a ser mucho mas contemplativa con Mauro, al fin de cuentas ellos me quieren y yo la paso bien cuando los tengo satelitando cerca mío, para qué?....para que después de una semana, con un 80% más de nicotina en el cuerpo, con 15 horas menos de sueño que una semana normal (y créanme 15 horas menos de sueño para mi es casi no haber dormido en toda la semana) levantarme con esa mirada destructiva que suelo lanzar, y mirar a Maty y decirle, sabes que…. qué se vayan todos a la puta que lo parió!, otra vez parada en frente de la compu, con el sol de la tarde del sábado entrando por la ventana de adelante, el cenicero lleno de puchos y un vaso de coca por la mitad, otra vez la misma piedra en el mismo lugar y yo imperturbable, la situación me sorprende otra vez, no la veo venir y esto pasa todos los años, hasta puedo decir más o menos en que altura del año, se repite la escena desde hace más de seis.
Supongo que ahora que lo escribo y lo pienso  un poco más detalladamente (y la verdad esta semana me está costando un montón hacerlo) me contesto a mi misma y me doy cuenta que no …al menos yo no puedo darme cuenta que viene el tren, aunque este la barrera baja, no lo veo y me mando y acto seguido me atropella y me enfrenta a lo peor de mí, de mis limitaciones, de mis incapacidades, de mi propia estupidez y no me gusta, me hace sentir mal, me frustra, me llena de bronca, me repito a mi misma miles de veces que debo ser más cauta, más precavida, que tengo que aprender a mirar mejor mis acciones, si puedo hacerlo con los demás, si puedo decir, mira como este o aquel están por mandarse la cagada de sus vidas, por que no puedo hacerlo conmigo misma?, supongo que es por eso que dije un poco más arriba… mi propia estupidez me nubla la vista para solo despejarla mientras me limpio la sangre de la frente.

                                                              Mariana.



viernes, 20 de abril de 2012

Dialéctica al pedo


Buenas tardes.

                 Para empezar, esta semana quisiera pedirles a todos que antes de seguir leyendo, dirijan el puntero de su mouse hacia el ángulo superior derecho de la pantalla. Encontrarán una cruz. Hagan click en ella ahora.

                Bien, ahora que nos libramos fácilmente de los pelotudos de los que hablábamos la semana anterior, pasemos al tema que nos compete hoy; la dialéctica al pedo.

                Hablemos del blog en particular: Haciendo un poco de historia, y  oficiando en cierta forma de anfitrión, puedo contarles brevemente  que es un…no quisiera llamarlo proyecto, quizás puede definirse mejor como “berretín” entre dos amigos. La política es que ambos tiramos tópicos que se nos hayan ocurrido durante la semana, se elige uno, y sobre ese tópico (que puede ser cualquier cosa, desde una frase hasta una sóla palabra, o un nombre propio) cada uno escribe un texto sin ningún tipo de previa censura acerca de contenidos, vocabularios, formas e incluso contenidos: se toma al tópico como disparador, y desde ahí las únicas limitaciones son las lógicas: la comunicación entre el cerebro y los dedos que esto redactan.

                Ahora bien, adentrándonos en lo que nos ocupa e hilando fino, la dialéctica al pedo ha sido utilizada a lo largo de los años con diversos fines, casi siempre obteniendo el resultado deseado. Es, quizás, la forma más válida de hacer cagadas sin que sea tan evidente a ojos de la mayoría.  Es cuestión indispensable, está claro, que el auditorio que escucha esa dialéctica sea gente con pocas luces o, como mínimo, menos luces que quien diserta.

                Cada discurso, cada anuncio, cada vez que a uno le informan algo que ya está preestablecido haciéndole creer exitosamente que en realidad lo está eligiendo, se está  empleando esta estrategia, que aparentemente sirve tanto en escenarios políticos, de pareja o incluso en el deporte. En realidad todo el tiempo estamos siendo testigos de ejemplos de dialéctica al pedo, y muchas veces también lo estamos practicando. Cada venta, cada compra, cada explicación de lo inexplicable es dialéctica al pedo, y esa misma dialéctica al pedo la vamos mamando desde niños.

                Se muere un familiar, el almacenero, quien sea. Desde chiquitos nos acostumbraron al “No somos nada”, “Hay que disfrutar día a día”, “Dios dispone”, “Quizás es mejor así”, y así como escuchamos vamos repitiendo esos mantras inútiles creyéndonos que seguramente estamos diciendo un pensamiento profundo, creyendo ciegamente que seguramente estamos aliviando el dolor ajeno. No, no, peor aún, creyendo que podemos explicar la muerte.

                La muerte no es la única cosa que podemos explicar; también la esperanza, el amor, el desamor; tenemos una tendencia inequívoca a explicar lo inexplicable, a colocar sentimientos en palabras, a enfrascarnos en la tarea imposible, y acá viene una gran mancha para terminar de ensuciar a ese leopardo: hay una competencia ciega y feroz entre las personas que manejan más vocabulario por encontrar la mejor explicación, la mejor excusa, la más grandilocuente, para que el pelotudo se impresione, se vuelva a la casa pensando “Carajo…Fer me acaba de explicar lo que es el amor” y automáticamente cree en Facebook una frase y se llene de “me gusta” de chicas sin novio con problemas de acné, Arjona en el Winamp y el desodorante siempre a mano.

                El ejemplo antes citado es a bajo nivel, claro. Es dialéctica al pedo barrial, de cabotaje, la de ganar una pelotudez sin sentido, la de justificar una llegada tarde con una excusa traída de los pelos pero aún convincente e irrefutable, la de ganar la discusión a la pareja, la de dejar al familiar con la boca abierta por haberlo descubierto en un renuncio, por haber vendido una hipocresía a un precio bajísimo. Ese placer efímero del cigarrillo de “Te cerré el orto”, tan vacío, ese que el perdedor cuando ya se ve acorralado lanza un “Está bien, si querés tener la razón, listo; TENÉS RAZÓN, RICARDO” sabiendo que ya está, que en la guerra dialéctica cayó derrotado, vencido, agobiado por esas palabras, puta, cuántas de esas ni entendí, creo que eso es lo que peor me hizo, porque bueno, no tener razón, qué se yo, pero no sé si la tengo porque no entiendo qué carajo me dice, puta, y eso que mamá me compró el “Platero y Yo”, “Mi planta de Naranja – Lima” y yo como una pelotuda mirando los Halcones Galácticos, y éste gilastro me ensarta con esas palabras granlido…grand…grl…bueno, eso, mierda, palabras difíciles, siempre lo mismo.

                Como les decía, a niveles de cabotaje no está mal, pero uno llega a un buen nivel de dialéctica al pedo de grande y con solvencia. Lo bueno viene cuando desde chiquito comienzan esos primeros indicios, ese embarullamiento (valga el término) de palabras que comienzan confundiendo primero a mamá (si tiene pocas luces pronto le dirá a sus amistades que es un chico inteligentísimo…pero no, por ahí es un boludo, el tema es que no lo entiende), luego a la seño de jardín, colocándose diametralmente en el lado opuesto del que soluciona todo partiéndote un bloque azul en el medio del balero, luego a la seño de primaria (gana muchas de pico y te deja en offside más de una vez pero suele ligarse varios churrascos…se los aseguro), luego a los profesores de secundaria (suele aprobar muchas materias sin entender una puta palabra, gambetear largas horas en preceptoría y adquiriendo una gran destreza para cebar mate y jugar al truco) y finalmente, llegar a la universidad o facultad dejando un tendal de profesores, minitas, maestros y títulos en el piso, enamorados, recordándolo de por vida, una madre embelesada por los logros (aunque no puede decir exactamente cuáles son) y un padre que, si tiene la billetera MUY gorda, encontró finalmente a su sucesor, este hecho en sí resulta tan grande que no importan los medios utilizados para ese fin. Apareció el sucesor; no importa cómo ni debería importar tampoco.

                Así, el Gran Cultor de la Dialéctica al Pedo llega al gran objetivo; que el fin ya no importe. Que el hecho, sea cual fuere, resulte anecdótico. Él es absolutamente inimputable, y gracias a su maravilloso poder dialéctico ha logrado la inimputabilidad de la que goza el enamorado, el idealizado. ¿A qué llega? A tener poder. Y, con el poder en la mano y el tendal de embelesados detrás suyo, sabe de antemano que tiene un gran piso de tiempo, tiene un crédito abierto para hacer miles de cagadas, sabiéndose defendido por muchísima gente que carece de la objetividad para analizarlo.


                Esas cagadas muy probablemente sean enormes, inmensas, carísimas…puede ser un Metrobús, poner a Clemente Rodríguez por derecha, una picadura de avispa, no editar un disco desde el 2006 pero ser tapa de revistas e invitado de Beto Casella, volverte en primera ronda de una patada en el culo, declarar que jugás gratis para pasarte meses roto y aparecer al momento de levantar la copa y ser tapa de diarios…vivimos en un país en el que ejemplos sobran; cualquier cosa que implique el poder utilizado para no hacer nunca nada que justifique tenerlo, y aún así ser sobreseído de toda crítica por tener para cada una de esas cosas una explicación larga, intrincada, complicada, y carente por completo de contenido.

                Y muchas veces, muchas, no sólo es uno el que colabora para que el otro tenga el poder; también es quien le paga un sueldo por tenerlo.

Créame.



Fer

Dialéctica Al Pedo.


Vos a mi no me entendes!-

Paula aun no salía de su asombro, de una forma tan infame, Martín  le había escupido… vos a mi no me entendes, le parecía canalla, la llenaba de bronca, de impotencia. Después de la discusión, ella tomó su cartera y salió a caminar, necesitaba despejarse, pensar como la persona con la que había convivido los últimos 4 años de su vida podía levantar esa afirmación tan desentendido de todo, tan impunemente.

Llegó a una plaza, buscó un banco donde no daba ni por completo el sol ni la sombra, prendió un cigarrillo y una vez más trato de racionalizar la frase, lo primero que se vino a su memoria fue aquel momento cuando el televisor se había roto y a medida que pasaban los días y el aparato continuaba sin funcionar, ella comenzó a sentirse más a gusto, pasaron casi tres semanas hasta que le comento a Martín, lo lindo que era estar sin el televisor, que se había vuelto a amigar con su vieja radio, que las cenas eran mucho más tranquilas y que además por la calidad de programas que últimamente mostraban creía que lo mejor que había pasado en los últimos días era el hecho de que el televisor dejara de funcionar, no recordaba que estaban haciendo cuando ella le comento aquello, pero si recordó que no pasaron 24 horas hasta que Martín llegó a la casa con un nuevo televisor, ella lo miró sorprendida y preguntó por qué?, a lo que recibió como respuesta un simple… me gusta mirar tele cuando llego del trabajo.

Recordó todos los momentos en que ella preguntó, cómo estás?, Cómo te sentís?, Cómo te fue hoy?, y suspiro al darse cuenta que la respuesta siempre había sido la misma, un seco y desganado… bien. Pensó en todos los momento en que ella le había contado como había transcurrido su día y de golpe  recordó que cada vez que su cumpleaños se acercaba ella pasaba una cierta cantidad de días, enumerando las cosas que le gustaban, incluso le decía, en qué lugar había visto tal o cual cosa, para finalmente el día de su cumpleaños recibir cualquier tipo de cosa, menos alguna de las que ella esperaba.

Sonrió con desdén al pensar en aquella tarde en la que ella había comprado flores en la feria cerca de su casa, y que cuando estaba acomodándolas en la mesa de la cocina, le comento a Martín que detestestaba los claveles, que creía que eran flores solo para los muertos, para recibir el día de su aniversario, un ramo de claveles.

Vos a mi no me entendes!-, cada vez que re pensaba aquella frase, más vil le sonaba y más cosas venían a su memoria. Ella había hecho todos los esfuerzos posibles para que el silencio no reinara en la casa como en esos últimos tiempos, pero solo lograba cortarse con la voz de alguno de ellos dos cuando respondías alguna llamada telefónica o por el infame ruido del televisor.

Últimamente pensaba que extrañaba aunque sea discutir, ella había perdido las ganas de decir cosas, de preguntar, no tenía sentido seguir tratando para terminar chocarse una y otra vez contra aquella pared en que se había convertido Martín.

Había comenzado a oscurecerse, por lo que decidió volver al departamento, se prendió otro cigarrillo y comenzó a caminar de regreso, se sintió mejor cuando paso por aquel negocio que vendía chucherías y que la fascinaba, creía que era muy pretencioso para la cuidad en la que vivían, sonrió, pero inmediatamente recordó que una tarde se había decidido a entrar al negocio y hasta se aventuro a charlar unas pocas palabras con la dueña, compro una pequeña caja para te, mas por el compromiso que sentía por haber entrado que porque realmente le gustara, pero llego feliz a su casa y le conto a Martín lo que ella sentía como una aventura particular al tiempo que señalo la caja que había puesto casi escondida en los anaqueles de la cocina, y fue ahí que la sonrisa que había conseguido al pasar por allí se borro… recordó que días después de aquella tarde Martin le pregunto de donde había sacado aquella caja, que era realmente horrible.

Apuro el paso hasta su casa.

Vos a mi no me entendes! – durante los últimos cuatro años lo único que había intentado Paula era entenderlo.

Cuando llegó a la casa, se dirigió directamente al cuarto, se subió al taburete a los pies de la cama y se estiro para alcanzar una valija que guardaba en la parte más alta del ropero, le resulto pesada y ella no logro manipularla muy elegantemente, la puso sobre la cama y guardo toda su ropa allí, en un bolso más pequeño guardó las demás cosas suyas que tenia desparramadas por el departamento, lamentó no poder llevarse todos sus libros y sus discos, pero quería terminar con esto antes de Martín volviera a  la casa.

Se sentó un segundo en su escritorio, del cajón superior tomo un sobre y un papel, escribió algo, puso el papel en el sobre, lo cerró y lo dejó sobre la mesa de la cocina, recorrió con la mirada toda la habitación, allí había vivido los últimos 4 años, y verdaderamente le gustaba el lugar y el barrio, pero ya había tomado la decisión. Cerró la puerta y al atravesar el hall, depositó las llaves en el buzón correspondiente al departamento, para que Martín las encuentre cuando fuera a recoger el correo.

Cuando Martín llegó, vio el sobre a primer golpe de vista, tenía su nombre en el frente por lo tanto lo abrió, no entendió porque dentro del sobre solo había un papel en blanco, sin ningún tipo de frase, llamo a Paula y fue en ese momento cuando comprendió que ella lo había dejado.

Lo que tal vez nunca comprendió fue el hecho que Paula, ya no usaría mas dialéctica al pedo, al menos, no con él.





Mariana

miércoles, 11 de abril de 2012

El Pelotudo

Una de las personas con las cuales más cautela, creo habría de tener, es sin lugar a dudas el “pelotudo”, ese ser impío y ruin que se puede encontrar a la vuelta de la esquina en cualquier momento, digo hay que ser cauteloso, porque del mentiroso por ejemplo, uno sabe que puede ser víctima de su engaño, pero con el pelotudo uno nunca sabe cuándo va a quedar envuelto en alguna de sus pelotudeces, por lo tanto, un pelotudo cerca, implica un doble de esfuerzo uno tiene que estar midiendo su espalda y la propia todo el tiempo.
         Es un ser ruin decía hace un momento, el pelotudo nunca reconocerá su propia falencia, siempre ira por la vida con la frente alta creyéndose así mismo la ultima coca cola del desierto, nos lanzara miradas de superioridad y nos dará opiniones fundadas en lo que le dice su tío sobre cuáles son los rumbos a seguir para solucionar todos los problemas del mundo y nos revelara verdades dignas de libro de autoayuda, redactado por nenes de jardín de infantes, sobre cómo resolver nuestros problemas personales, el mismo se tomara la deferencia de mostrarnos su verdad revelada sobre cómo conseguir la felicidad. Desparrama su sabiduría propia del libro gordo de Petete a diestra y siniestra tratando de demostrar esa superioridad que el mismo se concedió, se crea su propio reino de ciegos, sin darse cuenta que él lo es también.
         Por lo general cuando alguien recibe el mote de “es un pelotudo”, ya no existe retorno, es un punto del cual es casi imposible volver, se lo condena de forma rotunda, y se sabe de ante mano nunca se va a obtener nada bueno de esa persona.
         Recuerdo en mis primeros años de universidad un pelotudo en particular, estábamos en la clase de sociología (con un gran profesor) discutiendo algunos casos de materialismo histórico, y este muchachito lleno de esa superioridad infundida por el espíritu de la pelotudez interrumpe la clase y dice a viva voz…- muy lindo el marxismo, pero es una teoría que está llena de agujeros…-, el profesor disponiéndose a tener una discusión sobre posturas ideológicas, le devuelve la embestida diciéndole que sí, es verdad, que es una teoría que tiene agujeros, y si podría ser tan amable de marcarle alguno, para poder discutirlo, a los que nuestro pelotudo de turno responde, sin ningún tipo de vergüenza (porque es otra cosa que no tiene un pelotudo, vergüenza, van por la vida haciendo papelones, untados en algún ungüento que los hace invulnerables a las miradas de desprecio y desaprobación que les lanzamos los otros seres humanos) – no sé, agujeros, a mi me lo dijo mi papá…-, obviamente el profesor hizo un salto en el tiempo antes de la interrupción y retomo la clase tal como iba. Yo no pude contener mi curiosidad y al terminar la clase le pregunte sobre quien era su papá, tal vez había prejuzgado y su padre era un importante teórico, pero no, lamentablemente no lo había prejuzgado, era un pelotudo liso y llano. Ese joven, nunca pudo redimir su categoría de pelotudo.
         Infinidades hay de pelotudos y de clases como tantos peces hay en el mar, uno puede chocárselos en el trabajo, en la calle, en cualquier lado y a cualquier hora, esos pelotudos sin memoria, esos que dan gritos de su hidalguía (sin saber lo que significa, claro está) siempre y cuando no haya testigos que puedan dar fe que no hizo más que correr, esos que te reclaman el ticket, porque su cuñado es inspector de AFIP, el que le da mal el vuelto a un nene chiquito, entre muchísimos otros.
         Creo que es esa cosa de ceguera propia que tiene los pelotudos los que más me molesta de ellos, es imposible encontrar un punto de apoyo al momento de “tratar de discutir” una idea o incluso al momento de la simple interacción con ellos, siempre tendrán la razón y usaran argumento dignos de lastima, incluso puede que levanten la voz o recurran a la violencia para hacer valedero su punto, ese punto que es imposible de sostener y defender, uno puede aplastarle la cabeza contra el pasto y mostrarles que es verde, cosa que ellos negaran diciendo..-mira este pelotudo que me quiere vender que el pasto es verde – invirtiendo la prueba y tildando a quien no lo es de pelotudo, tal vez porque el ladrón cree que todos son de su condición, tal vez porque uno mismo es un pelotudo al momento que querer entablar cualquier tipo de interacción con un pelotudo. Al momento de divisarlos, huid…no hay posibilidades de victoria tristemente.



Mariana.

Pelotudo

35 minutos, segundo tiempo. El sol del domingo se hace sombra en la mayor parte de la cancha, en ese momento en que el domingo, por más que aún tenga varias horas por delante, se ha perdido, y ha pasado a ser el pre lunes, ese plus de lunes en el que se prepara y planifica una semana más, o una menos, según la lectura.
El 0-0 se avecina y esto enardece a la hinchada local, que desde hace unos veinte minutos exige mayor sacrificio y responde con murmullos e insultos ante cada pelota perdida o mal entregada.
El 10 del equipo pica por el centro, el 8 se la da adelantada. El 10 corre tras la pelota que desacomoda al defensor y queda algo torcido para pegarle al arco, pero en perfecta situación para habilitar al 9 que, habilitado por estar detrás de la línea de la pelota, se acerca desmarcado con un inmejorable panorama hacia el arco. Y, cuando todos saborean y palpitan ese pase para que el 9 la acomode allá, donde es imposible que llegue el arquero por la genial diagonal que trazó, el 10 intenta convertir el gol él mismo, ensayando una rabona imposible.
De más está decir que trastabilla, en un gracioso y exasperante movimiento, similar a la imagen de muchos fósforos cayéndose al piso. La pelota se le enreda en los pies y, picando mansita, queda en las sorprendidas manos del arquero, que no puede evitar la tenue sonrisa.
Distinta es la cara del delantero; la lectura de labios plantea un escenario muy diferente, con promesas de pugilato en vecindades de las duchas del vestuario y diversas menciones familiares.
Y ahí es cuando el hincha, multiplicado por decenas de miles, cachetea su cara con las manos abiertas tirando la nuca hacia atrás, y en un brusco movimiento, como un latigazo, adelanta su cabeza y extiende las palmas señalando a la cancha y, con la frente aún ardiendo, vomita: “¡Pero este tipo es un pelotudo! ¡No se puede ser TAN pelotudo, viejo!”
Esa relación se rompió. El jugador deberá remar eterna e inútilmente para poder desligarse de ese mote. El “Pelotudo” es eterno, se dice una vez y es para siempre. Esa sentencia, fría, dictaminará que para la eternidad, ese 10* es un pelotudo.

Hay tantos pelotudos como huellas dactilares. Nombrarlos sería un ejercicio engorroso y claramente inútil. Conozco tantos pelotudos que podría estar horas ejemplificado, pero voy a homenajear a los más graciosos: los que lo son ante la modificación de hábitat. Provienen de una ciudad pero lo niegan, y pasan de ser un chico de pueblo a un pelotudo con sólo cruzar la General Paz, y pasando a tener otros problemas, más mundanos, más como debe ser que como realmente es. Serían algo así como pelotudos geográficos. No soportan no ser eso que quieren ser y es probable que hasta pronuncien las “s” que se comen en su lugar natal sólo por parecerlo.
Repito, no quiero enumerar pelotudos. Prefiero que me acompañen y, juntos, analicemos las entrañas de esto.

El pelotudo se diferencia fácilmente de otras ramas. Del hijo de puta, por caso, se diferencia por la simple razón de la ausencia de luces, y del torpe porque hay intervención mental en la estupidez. El torpe no es pelotudo; hace pelotudeces, que es distinto, pero con la salvedad de que las mismas carecen de la intención de hacerlas; es algo innato, viene en la sangre, en el ADN. El afán de lucirse por sobre los demás es lo que motiva sus pelotudeces, lo que exacerba el hecho mismo de ser un pelotudo.

Por contrario, el pelotudo intenta sacar un provecho que es claramente. El pelotudo hace la pelotudez no de guacho, no de mal bicho; lo hace para cancherear. La gran mayoría de los pelotudos lo son por este hecho. Es aquel que sale al boliche con una temperatura de 6º con una musculosa imposible sólo para mostrar que tiene un tatuaje nuevo. Es aquel que en reunión de amigos no es invitado, y, por lo tanto, cae. Es aquel que afirma que Metallica murió con el álbum negro, aquel que afirma que (Juro que esto me fue dicho en la cara) “El país estaría mucho mejor si se muriera el villero de Maradona” sabiendo que el resto de los presentes guarda gran estima por el volante, es aquel que tiene Twitter para seguir a Guido Süller y tiene Facebook para contarlo, es aquel que sostiene que Ricardo Iorio es un ser intocable y los demás no existen, es aquel que cuando en el subte te ve mandar un mensaje con un C115 pela en tu cara un N9 y, si no lo miraste, es capaz hasta de toser en tu dirección para que lo mires, y, en su mente, olvidar la antihigiénica ofensa por quedarte encandilado con un aparato que, a tus ojos de impío pueblerino, pareciera proveniente de Venus.
 
Es más, citando un caso de periodismo deportivo, una de las mayores pelotudeces que estoy viendo recientemente es la crítica constante a Messi porque sus rendimientos en su equipo español son excelentes y en su Selección presenta rendimientos irregulares, y el halago constante a Marcelo Bielsa, porque sus rendimientos en su equipo español son excelentes…y obviando por completo cualquier mención a su rendimiento en su Selección.
Casi me atrevería a afirmar que pelotudo no se nace, señores. Se hace. Y se hace sobre bases de avaricia, de egoísmo, de narcisismo. De mal entendido amor propio.
El ejemplo que sirve de prólogo a estas letras no es antojadizo, tampoco es el único; a diario uno debe enfrentarse a situaciones de pelotudez.

Seguramente, para finalizar, no faltará aquel que diga “Te faltó mencionar un tipo de pelotudo; el que critica a los demás desde sabe dios qué púlpito, como si eso no bastara para considerarse narcisista”. Sepa, lector, que me regala el epílogo.
En el gen argentino se halla, inalterable, la célula de colocar trabas en el camino de quien hace, sin moverse de su casa, o de su computadora.
Y, como siempre menciono, exhorto a aquel que critica algo a que haga algo mejor, para superar el listón.


*Por alguna razón que desconozco, en todo momento el relato se escribió con el volante colombiano Giovanni Moreno, actualmente militando en Racing Club de Avellaneda, en la cabeza.



Fer.