El pixel muerto
es algo más que una manchita molesta en algún recóndito lugar de la pantalla.
El pixel muerto es lo que nos vuelve mortales. Es lo que nos llama a la realidad de un
momento a otro, aparece, ahí está, es innegable, es inexorable. Nos recuerda
los errores, los fracasos, los desamores propios y ajenos, los descuidos, las
faltas de prudencia y de cuidado, la falta de deberes, nos recuerda todo lo que
hicimos mal y lo reafirma, lo recalca... lo hace notorio. Es la foto que nos
inculpa hasta las orejas. Nos acusa y nos sentencia al mismo tiempo, nos
señala. Nos remarca el error, lo hace sentir, nos lo hace sentir. Es la piedra
que mata a Goliat.
Uno va por la
vida valorándose un poco más de lo que debería. Va tal vez, creyéndose un poco más
inteligente, un poco más flaco, un poco más lindo, un poco más intelectual, un
poco menos superficial de lo que verdaderamente es, hay gente que se cree muy
mucho más, pero eso ya es patológico, no nos ocupa verdaderamente. En fin, uno
va y de golpe aparece algo que nos llama a la realidad. Nos clavan un 2 en un
final, no nos entra ese jean tan lindo que vimos en la vidriera, nos dicen que
no somos una persona con la cual se pueda construir una familia, babeamos ante
una simple pregunta que no sabemos cómo resolver, nos ponemos a ver a Santiago
del Moro. Es ahí, justamente ahí, donde el pixel se murió. Es ahí donde la
vuelta al estadío anterior se hace casi imposible.
Aprender a vivir
con el pixel muerto nos separa, nos aleja de aquellas personas que ante el
inminente horror salen corriendo y reparan o sustituyen de forma casi mecánica
el aparato defectuoso. Aprender a vivir con el pixel muerto no es una tarea
fácil, es recordarnos cada 5 minutos que ahí estamos, siendo mucho menos
perfectos de lo que creíamos, brillando mucho menos de los que creíamos
brillar. El pixel muerto es el llamador a la realidad, pero a una realidad de
la cual debemos hacernos cargo, una realidad que nos reclama, si señores no
somos la ultima coca cola del desierto, somos esto, gente que no da mucho más
de que actualmente da, que no es tan brillante como cree serlo.
Gracias a los pixeles muertos que nos recuerda
cuan humanos somos, cuan imperfectos somos, y que nos recuerda que la
superación es un deber, que un pixel muerto llama otro, y por lo tanto debemos
esforzarnos hasta el hartazgo para que la pantalla no se apague, para no
quedarnos en la más absoluta oscuridad.
Mariana.
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