Creo
definitivamente que este pozo se ha secado, cada vez me cuesta más escribir
sobre temas que no sean netamente académicos y debo confesar que hasta esos me
están constando mucho. Hace ya varios días, que está el tema para esta semana
está, pero nada de lo que escribo termina por convencerme.
Sobre la vuelta
siempre tuve una idea bastante particular, mientras todos creen posible un
reencuentro con el pasado, yo lo descarto de plano y creo firmemente que uno no
puede volver nunca a ningún lado. La acción de la vuelta está vedada de
antemano, como si algún tipo de fuerza superior plantara una pared que nos
impide el retorno.
Otra vez la mirada fatalista de Mariana… pensarán algunos,
pero no, espere, déjeme que explique, es una idea sumamente chiquita y no creo
que me lleve mucho tiempo.
Se podrán volver a leer los textos de este blog, incluso
nosotros que lo hacemos podremos dentro de un tiempo, como quien no quiere la
cosa volver a leerlos, pero nada puede volver a ser como era, seguramente
mientras estemos leyendo, alguna frase nos arrebate una sonrisa, pero
difícilmente recordemos en qué estado estaba el otro o uno mismo cuando lo
escribimos, entonces, el hecho de volver se confunde con algo mecánico y mucho
más simple, con una relectura, con un nuevo análisis, pero es justamente ahí
donde la acción toma un rumbo disparatado. Volvemos a leer para hacer un NUEVO
análisis, una nueva construcción, un nuevo planteo ante lo ya conocido, eso mi
amigo… no es volver, es una acción completamente diferente, por lo tanto la
vuelta no llega a producirse, queda trunca de ante mano.
Susana y Roberto
fueron pareja hace unos años atrás, pero un día Roberto, conoció a Marta en la
parada de colectivo. Se gustaron, hablaron y terminaron enrroscados por ahí,
entonces creyó que Susana no era con quien quería compartir su vida y la dejó.
Bien, ella hizo su duelo, se levantó de los despojos que la separación había
dejado, se reconstruyó, siguió con su vida y también lo hizo Roberto. Él
continuó con aquella rubia unos meses, pero no fue nada que cambiara su vida.
Los dos tuvieron nuevas relaciones, fueron felices por separado, en diferentes
momentos y lugares, con diferentes personas. Pudieron pasar años o meses, no
importa la verdad el tiempo que pasó, aquello que nos veda la vuelta es casi
inmediato. Un día, no sé, en una estación de servicio, Susana y Roberto se
encuentran casualmente, se miran, uno se acerca al otro para saludar, toman un
café, reconocen extrañarse el uno al otro y vuelven a estar juntos. Vuelven.
No. No vuelven a estar juntos,
construyen en todo caso una nueva relación, pero que tampoco es nueva, Susana
estará constantemente alerta, a la espera de un nuevo abandono por parte de
Roberto y él por su parte sospechará hasta el cansancio, de ese compañero de
trabajo de Susana que le revoloteo en el
tiempo que duró la separación. Ellos tampoco son los mismo, ella superó una
perdida y el entendió que algo había allí que no quería, que no le servía, que
no le gustaba. Son ahora, personas diferentes, no son interiormente los mismos.
Entonces si el lugar al que se vuelve no es el mismo y las personas que vuelven
tampoco lo son, cómo somos tan atrevidos para alegrarnos de la vuelta de Susana
y Roberto?, cómo mostrarnos contentos cuando la realidad es otra?, cuando esa
vuelta no habla más que de una involución de los dos. Ella se encontró con su
dolor cara a cara y no logró transformarse en alguien mejor, elige nuevamente
estar con aquel hombre. Roberto, se deleitó con la frescura de otras mujeres,
comprendió que existía algo mas allá de su estructurada novia, pero poco le
importo y ahí está otra vez, viviendo
con ella en el pequeño departamento de Flores. Los dos han buscado ese lugar
seguro y conocido que la ilusión de la vuelta les proporciona, ese lugar donde
Susana no es traicionada y donde Roberto cree que no le gustan las rubias, pero
la verdad es otra, y no me vengan con se eligen a pesar de todo, porque eso
tampoco es verdad, pero supongo que se podrá hablar en otro momento. VOLVER a
estar juntos no hace más que hablar de los fracasos individuales de cada uno,
de la incapacidad de alcanzar metas, del propio estancamiento, ese
estancamiento que muchas veces incluso, llega a largar olor.
Se vuelve
justamente, con la frente marchita, no por el fracaso económico o por la
conciencia de lo injuriado. Se vuelve con la frente marchita porque uno se
divorcia de uno mismo, porque es imposible entender que el punto fijo no
existe, que es la propia mirada chiquita de uno, la que nos hace creer en la
idea de una vuelta posible, donde se podrán corregir los errores del pasado,
donde uno puede volver a ser feliz. Se vuelve con la frente marchita por la
incapacidad de descubrir la felicidad en el ahora, en el ya, en ese abrazo que
tanto necesitamos, en esa mirada cómplice que tanto nos llena y que es la de un
amigo diciendo, no, no vuelvas, es lo más fácil ya lo sé, pero no lo hagas, se
puede traer un perfume del pasado, pero nunca más el néctar de la flor, decía
una canción tan linda por ahí. Se vuelve con la frente marchita desde el propio
no poder hacer, desde el propio no poder seguir, desde ese deseo de no romper las
cadenas con el pasado que nos hacen ser animalitos domesticados, donde volvemos
a confiar, o donde nos olvidamos solo por un rato que nos gustan las rubias. Se
vuelve con la frente marchita porque solo se puede ver el punto en lugar de la
elipsis.
Buena semana
Mariana.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario