viernes, 4 de mayo de 2012

La manipulación de los recuerdos


Si algo tiene de divertido la sociedad tilinga es el balance de fin de año. Se sientan un día entre navidad y año nuevo (no antes, están las decenas de despedidas de año, cenas al pedo que arrancan terminando noviembre), se ponen a hacer memoria, y terminan llorando siempre, sin importar que haya o no una buena razón.

Sepa, lector, quienes esto escriben no necesitan llegar a fin de año. El balance es constante, el análisis es eterno e inevitable. Pero, eso sí, no siempre es tan cierto como parece.

No son pocas veces las que descubro que mis recuerdos tienen ciertas variaciones. Soy un tipo de buena memoria en general, de excelente memoria para las pelotudeces, pero aún así suelen asaltarme determinados arrebatos de duda, momentos que no sé si perfeccionan lo vivido o lo empeoran, pero seguro lo modifican. Estaba Jorge, estaba Pedro, el perro daba vueltas, la radio prendida y el asado en la parrilla. Ahora, ese gol que sale de la radio y ese sol radiante, ese vino delicioso…eran tan así? Era delicioso el vino o era buena la situación y yo la fuerzo para hacerla perfecta? Había un gol o era un detalle que idealiza una situación? El asado no se arrebató? Quizás sí, pero si recuerdo estoy ensuciando algo que quiero mantener como perfecto…y corro el riesgo de incluso años después terminar discutiendo porque alguien me dice “Te acordás esa tarde cómo se le pasó el vacío a Pedro?” y yo lo niego rotundamente. Cagué. Me creí mi escenario alternativo y encima quedé en offside delante de un tercero y delante mío.

Esa manipulación de los recuerdos es la que, pienso hoy, hace que uno pueda justificar que ayer era más feliz que hoy, de la misma estúpida forma que en unos años pensaré que este texto que hoy escribo es una maravilla de “aquellos años en los que tenía una chispa tremenda” cuando sé perfectamente que esto dista largamente de ser bueno. La manipulación de los recuerdos, si lo que quieren es una definición ambiciosa, no es más que la omisión de la objetividad con una pizca de imaginación. En la inteligencia de cada uno, claro, queda el octanaje de imaginación a agregar. El que carece de luces, está más que claro, recordará chilenas inexistentes y haber visto en vivo a V8. Bah, haber sido plomo de V8…qué tanto. Uno, más humilde o quizás consciente del lugar que ocupa, se conformará quizás con recordar esa tarde en la que no nos salió una, y agregándole una palmada en el hombro que no existió sólo para tener un poco de autocompasión. Más que eso nos daría vergüenza.

El arte es tan, pero tan asquerosamente bueno, que poniendo un poco de esfuerzo y escuchando mediocres de esos que siempre tenemos satelitando alrededor, en 25 minutos hasta te extraño la década de Carlos Saúl.

También hay un punto clave que es el contexto. Por caso, me remonto a varios años atrás para poder ejemplificarlo, pienso en la madrugada, en escuchar a Dolina…era realmente maravilloso el Negro en esa época? O yo en realidad estaba crudo y tan abierto a nuevos conocimientos y nuevos escenarios que me parecía maravilloso todo lo que escuchaba? Era realmente mi preceptora alguien merecedora de afecto, se justifica que la extrañe, o es realmente la boluda a cuerda que yo pensaba a los 16 y hoy que estoy más contemplativo y nostálgico la recuerdo con un cariño prefabricado? Fue tan bueno el show de Kiss que ví en River el 14 de marzo del '97? No eran cuatro viejos que le pifiaban a las cuerdas y a mí me voló la cabeza el escenario, la noche, los papelitos volando? Por qué me acuerdo que abrí la boca extasiado cuando Ace Frehley termina su solo y la guitarra sale volando de su hombro hacia el aire dejando una estela de humo, si en realidad lo que pasó es que durante su solo no le pegó a una nota de casualidad, que el efecto era pedorrísimo y que el humo lo que hacía era tratar de tapar los piolines y encima no lo lograba? O ahora estoy demasiado objetivo y como sé que Frehley es un desastre le agrego pifies al recuerdo para empeorarlo? Manipularlo es siempre para hacerlo mejor o también podemos ir en detrimento del recuerdo?

Pensaba mientras escribía esto…sé perfectamente que muchas cosas que yo veía como maravillosas las tiño de nostalgia al pedo porque la gran verdad es que me hicieron crecer pero desde el azote. Creo que lo vivido fue maravilloso, creo que me hizo crecer desde el disfrute, cuando en realidad lo estoy manipulando para chamuyarme que esa maravilla con la que aprendí cuando fue presente en realidad no me enseñó nada porque yo mismo no estaba abierto a aprender sino a disfrutar, y lo que en realidad pasó fue que pude absorber de eso cuando fue pasado, cuando el sopapo fue presente, cuando el azote borró con el codo todo lo anterior. Así se aprende, del bife, del palo contra la pared, pero no, uno agarra y mueve las fichas para creer que lo que nos enseñó fue la sonrisa y no la ignorancia, la plaza con el olor a pasto y no la noche eterna de monólogo de almohada.

        Quizás haya llegado la hora de hacerse cargo, de respirar hondo, de reconocer la propia miseria, y de darnos cuenta que seguramente si tenemos otro mazo en el bolsillo podamos cambiar esa sota, el cuatro y el caballo por el siete y el ancho de espadas y un 3 que siempre garpa, ganar la mano, y hasta incluso dentro de dos meses decir que el 3 era el ancho de bastos. Quizás liguemos una felicitación y nos acostemos a dormir esperando que toque otra de esas manos pronto.

Pero va a ser mentira.  Y tu almohada lo sabe.







Fer




No hay comentarios:

Publicar un comentario