viernes, 27 de abril de 2012

Misma piedra, mismo lugar

Calle Tinogasta al 2800, del otro lado de Av. San Martín. Villa del Parque. Pleno otoño. Esa calle termina en una entrada a la Agronomía, y tiene la particularidad de que todo lo que bordea al Club Comunicaciones en otoño se llena completamente la vereda de hojas amarillas. Tengo 6 o 7 años. Más no.
               Vengo caminando por la vereda, no hay nadie aparte de mi, serán las 5 de la tarde, mano izquierda, pateando esas hojas que son miles. Miro para enfrente. El restaurant de la esquina, todo en madera. La parte de atrás de la gomería, con esa nenita que me embelesó aquella vez que fui con mi papá a emparchar una rueda. Creo que ese día me enamoré por primera vez. Era tan nenita como yo pero quizás tendría 10, y yo no me animaba a hablarle. Ví que estaba barriendo pero antes con una botellita tiraba gotones de agua dispersos por el piso.
- Por qué le tirás agua al piso?
- Para que no levante polvo.

               Esa fue toda la charla y una enseñanza que nunca me olvidé y más de una vez puse en práctica, siempre con el mismo resultado, lo que está seco levanta polvo y lo mojado hace barro. Creo que me la tengo que volver a encontrar.
               Sigo caminando por la vereda jugando con esas hojas enormes, enormes, de diferentes tonos de amarillo, con la camperota que no me deja moverme. Camino, retrocedo, hago remolinos de hojas, corro, me freno, soy feliz. De repente escucho otros pasos detrás de mí. Me doy vuelta y es un ovejero alemán grande, enorme te diría. Está a varios metros y me muestra los dientes. Yo camino hacia adelante con la cabeza girada para atrás, mirando al perro, y éste parece enfurecerse cada vez más. Empiezo a correr y el perro empieza a correr atrás mío. Me doy cuenta que es más rápido que yo, me doy cuenta que estoy jodido, pero ya pasé la parte de las rejas del colegio y es todo pared, no tengo realmente dónde ir ni dónde esconderme y ya estoy en ese momento de la velocidad en que las piernas empiezan a descontrolarse, miro para atrás sin dejar de correr, el perro se acerca cada vez más, y en mi descontrolada carrera hacia adelante mirando hacia atrás, a ese perro que sólo piensa en merendarme, no veo un adoquín en el medio de la vereda, disimulado entre las hojas. Siento el golpe en el tobillo, un pánico incontrolable, nervios, agitación y se me cruzan caras por la mente, todo eso en los dos segundos que tardo en caer torpemente al piso antes que se me cierren los ojos.
                Me dí cuenta que me estaba quedando dormido,  y no daba. Me voy a la mierda porque no llego a buscar al Flaco. Abro los ojos, me clavo un matecito al paso que me da mi vieja y agarro la bici.
-Volvés?
-Ni puta idea!

                Agarro la bici y salgo en el aire por Suipacha, ya sé que llego justo así que no hay mucha opción, doblo por Av. Santa Fe… y a correr entre los bondis. La verdad que siempre me gustó esa pelotudez, pero en este caso era hora de probar que las horas de Need For Speed servían para algo. Crucé la 9 de Julio en el aire con el semáforo titilando. Tirate un pedo, amarillo, el Flaco se va a la mierda y me quedo de cara todo el fin de semana. Empecé a pensar mi ruta, tenía que ir a Córdoba y Callao, pero si agarraba Callao estaba al horno, tenía que estar de la mano contraria. Cambio de rumbo señor, agarramos Rodríguez Peña y bajamos por esa que va a ser más fácil. Me cruzo sospechando las puteadas de todo el universo, pero entiéndanme, yo me los vivo fumando a ustedes! Tuve que mirar sí o sí a la izquierda porque siempre hay uno que quiere ganarle a la bocacalle. Lo siguiente fue ver mi bicicleta desde arriba, puta, no tener una cámara, un fogonazo verde (Creo que era un 37), varios ruidos agudos, un golpe en la nuca, el cielo nublado, los cables de teléfono, el asfalto frío, un sueño tremendo que me agarró de repente y al que no le pude hacer fuerza, por más que lo intenté, una voz que me pregunta algo, tengo sueño, te quiero entender, pero no puedo, después hablamos, me duermo, “Quedate conmigo”, cierro los ojos. Perdoname.
            El chorro de agua fría era bastante necesario, la verdad que hace calor acá. Me vuelvo a lavar la cara, me restriego los ojos. Apoyo las manos en la pileta, y con la cara goteando me miro al espejo. Me seco con esas toallitas de papel marrones que son una mierda, me fijo que no me quede nada pegado…lo de siempre. El traje me queda lindo, no hay nada que hacerle…lástima que no tuvo quórum la idea de combinarlo con las All Star. La próxima no le pregunto un carajo…qué va a hacer, volverse? Pasa uno por atrás, pasa otro, me saludan con cariño, como si me conocieran. Este ambiente es una mierda en ese aspecto, con ese cuentito de “somos compañeros del medio” se justifica que este flaco al que cada vez que lo veo en la tele me parece un pelotudo me saluda en el baño mientras mea alegremente en la primera vez que nos vemos personalmente, y mañana seguramente dirá que fue una gala hermosa en la que estuvo compartiendo hermosos momentos con varios amigos, entre ellos yo. No pierde oportunidad de palmearme el hombro cuando se va. No sólo es un pelotudo…tampoco se lava las manos.
- Dale boludo que viene nuestra terna!
- Carajo…ya estoy.
Última miradita al pasar en el espejo…cuánto lujo al pedo! Bue, vamos. Presentador…quién presentará la terna? Qué me merezco? Ahora vamos a ver qué tan importantes somos…uno piensa un Darín, un Luppi. Aparece Horacio Cabak. Bue, pasame el vino…dice los nombres, sonrisa obligada. Pseudo nervios, la gran verdad es que están jugando Ferro-Defensa y Justicia y me juego las bolas a que debe ser un partidazo y me encantaría estar tirado en el sillón viéndolo. Salga como salga esto, me voy en el aire a casa, muy lindos los timbos pero no siento el dedo gordo. Horacito abre el sobre, y a la tercera letra de nuestro nombre siento que se me catapultan 5, 6, 10 personas, toda la mesa, todos se tiran encima de mi silla, inclinándome la cabeza hacia mis piernas, una mezcla increíble de perfumes y los “VAMO  CARAJO” que se suceden. Quedo totalmente tapado entre gente que no me deja ver y ruidos que no alcanzo a oír.
De a uno se van levantando de encima mío pero no los saco…sentir el pasto en mi cara no deja de estar bueno, los “Vamos carajo” no paran, me pegan en la nuca, “El-Ci-clón! El-Ci-clón!”, me incorporo de a poco y miro la hinchada, por dios que revienta, veo puños levantados, levanto el mío. Me vuelvo despacio al medio, trotando. Miro la platea, miro al cielo, me doy un beso en el escudo. 1-1, faltan 10, los tenemos de hijos y estamos mejor. Vamos carajo. Sacan del medio, “…pooooonga huevo queee gaaanaaaamooo!”, la recuperamos en ¾ nuestros y salimos como tiro, dásela al Pipi boludo que está libre, el 5 queda corto y yo tiro la diagonal para soprender a los centrales. Al 6 lo pasé por atrás, el 2 no sé dónde está. El flaco se acerca y me ve, le marco la diagonal y me la tira pero por arriba, me cagó. No puedo definir yo, la tiro a la raya y que echen el centro…cuando llega la pelota llega adelantada, tengo que tirarme a cabecear pero medio en palomita. Nunca me dí cuenta que el 2 de ellos estaba saliendo de atrás al centro, sin mirarme, y también tiró la palomita. Estoy  viendo la pelota, la platea de fondo, puta, no tener una cámara. Siento un golpe tremendo en la sien. Se apaga todo.
El frío me estaba matando y me hizo abrir los ojos por más que prefería seguir pensando en mi mamá y en sus ravioles con estofado. A lo lejos se escuchaban bombardeos por todos lados, a la derecha, a la izquierda, adelante. Tardé un segundo en darme cuenta que era uno de esos momentos de tensa calma
- Dónde mierda estará Pereyra?
- No lo veo desde hace rato a Julián, Varguitas. Ni idea.
Julián Pereyra y Néstor Vargas se hicieron hermanos. No amigos, hermanos. Los conocí cuando hacía 10 minutos que se habían presentado, en ese momento en el que sabíamos que nos íbamos a subir a ese avión sin saber con qué nos íbamos a encontrar. Había un ambiente de nervios y de pecho inflado, de voy a dar la cara por mi país, de a estos piratas los vamos a sacar de una patada en el orto. También había algunos que no teníamos idea de qué estaba pasando ni por qué estábamos ahí. En realidad mis viejos siempre me contaron claramente lo que estaba pasando cuando después de la 3ra mudanza en 5 meses pregunté qué onda. Me hablaron claro, largo y tendido en una noche de café y cigarrillos que sonaba eterna y clarificadora. Ese día me hice hombre. Cuando no supimos más de mi tío, me pidieron que por favor nunca hable de nada de lo que habíamos hablado esa noche con nadie. Algunos de los que esa mañana estábamos ahí ni siquiera teníamos muy en claro qué estábamos defendiendo. Varguitas, Pereyra y yo estábamos de ese lado.
Los dos rosarinos, los dos enfermos de Central. Los dos habían estado siendo muy chiquitos, diez años atrás, de la mano de sus respectivos viejos gritando el gol de palomita de Poy. Los dos cuando hacía calor eran llevados en un Torino con una heladerita con Pomona y duraznos fríos a La Florida, los dos se emocionaban recordando lo enormes que les parecían las palmeras del Boulevard Oroño, los dos se sentaron con sus viejos en el bar La Facultad, ahí en la esquina. Me hicieron acordar de mí de chico en Rosario, del Hotel Onix, y de mi vieja diciendo que los sándwiches de pavo de ese bar eran lo mejor de la historia. Los dos muy pibes, solos, en un lugar que no era el suyo yendo a otro que mucho menos. Los dos cagados en las patas, se hicieron hermanos en un ratito, se vieron en un espejo y se hicieron para siempre uno en ese momento en el que hasta empezaron a ir para atrás en el tiempo haciendo fuerza para ver si habían sido compañeros de colegio o quizás primos lejanos de alguna tía bastante trola que tenía Varguitas.
-Debería estar acá…no sentís algo feo?
-Estoy cagado en las patas, Néstor. No me hagas pensar.
Las sospechas no eran infundadas y de atrás de una roca de repente vemos que Pereyra, el Juli, el que ya se veía venir que se iba a quedar pelado, el flaquito que el uniforme le bailaba por todos lados, sale en un segundo disparado hacia nosotros, desencajado.
- CHICOS..!
No alcanzó a decir el resto cuando vimos que el bolsillo del uniforme explotó en gotas de sangre pegando un grito. Fue leve porque cayó mirándonos. Yo entendí al instante que estábamos hasta las pelotas y que no nos teníamos que mover, también entendí que el Juli se estaba haciendo el muerto para que no nos capturen. No teníamos la más pálida idea de cómo hablar inglés y si ellos tenían los mismos códigos que nosotros, las manos en alto iban a servir de poco. Pero Varguitas se dejó llevar, no lo pudo soportar. Se vio en el espejo, se vio en la tribuna, lo vio al Juli cayendo y no entendió. Se levantó de al lado mío y salió corriendo hacia Pereyra para traerlo hacia donde estábamos nosotros. Se le nubló.
- Varguitas, la concha de tu madre! VARGAS!
Fue una sóla ráfaga, creo que cuando tocó el suelo ya estaba con el abuelo. Lo miré a Juli, tirado en el piso, el Juli me estaba mirando, sentado y abrazado a mí mismo. Estaba llorando. Yo también. Sentí un grito arriba mío, miré con resignación. Ví el caño, frío como esa tierra de mierda que ni siquiera sabíamos que existía, ni yo ni mucho menos el que me apuntaba. Seguro que le gustaba el fútbol., Metí la cabeza entre mis rodillas y cerré fuerte los ojos. Quizás el estofado todavía no se había enfriado.
Se ve que el tema había cambiado. “Holier than Thou” de Metallica te puede hacer despertar de la mejor siesta. Abrí despacito los ojos, los pies enterrados en la arena, qué placer. Miré a mi alrededor despacito, las pibas con el perrito que hacía pozos,  la señora con el sombrero de paja debajo de la sombrilla con una camisa sobre los hombros. A qué viene a la playa, señora? El culo de la rubia esa, mamadera. Miro la carpa, qué pedazo de calor…me acomodo un poco en la reposera…me dejé el libro en la panza, carajo, tengo todo el ombligo transpirado,  y el broli empapado…qué diría Dolina si me viera…
- Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaae Chorrrro boleeeeeeeeeeeeeeeee!
- Eu!
Una falta de respeto que te pase por al lado el muñeco vendiendo churros de El Topo y no comprarle.
- Guarda que se viene, apurá los mates, maestro.
- Vos decís?
- Mirá para el fondo. Gracias amigo! Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaae Chorrrrrrrrro boleeeee!!
Tenía razón el loco. En un segundo se encapotó pero raro, esa sensación que te tiene ahí, con los brazos atados a ambos lados, me quedo, me voy, aprendo a volar de golpe. Miro el mar y se estaba picando, la gorda estaba persiguiendo al sombrero de paja tan aparatosamente mientras el viejo le decía que lo deje, que se vaya a la mierda, que después le compraba otro. Era graciosa la imagen, pero cuando vi que mi libro estaba siendo cristianamente sepultado por la arena y que la carpita se movía como un samba me pareció que tenía algo más importante. Me dí vuelta, miré la carpa, la reforcé como pude, el viento me estaba llevando y yo sentía cómo se me clavaban aguijones de arena en la espalda, metí el libro adentro, el termo, todo era arena y dolía. Entendí que era imposible irse, y para salvaguardar mis cosas no me quedaba otra que meterme adentro y aguantar. El ruido era insoportable, me sentí a merced del mundo. Me di vuelta para tratar de cerrar la carpa y dos cuchillos de arena se clavaron en mis ojos mientras todo lo que para mí era mundo parecía empezar a volar.
 Estaba calentito, oscurito…viajar en el 57 es tremendo si venís con sueño. Corrí la cortinita bordó, esa que la tocás sin querer pensar en cuántos la tocaron y para qué la usaron, y ví que ya había pasado el puente. Agarré la mochila, me fui despacito para adelante, estirándome de a poco. Me bajé al 5100, serían las 5. Me fui caminando hacia atrás, estaba fresco. Llegué a la esquina y doblé por Tinogasta. Mirá el restaurant…abandonado, qué hecho mierda está…la gomería, te acordás? La nena debe ser madre ya…la imagino barriendo en una casa en Paso del Rey, no sé por qué ahí, tal vez Merlo, puerta abierta, dos nenes con mocos…y ella tirando agua para que no se levante polvo cuando barre. Miré con melancolía las hojas amarillas del otoño, el mismo otoño, las mismas hojas, los mismos árboles. Me fui hacia Agronomía, pasé por la puerta del club. Miré los edificios de enfrente, pateé hojitas y me emocioné, sentí que era chico de nuevo, y recordé ese sueño recurrente del perro, ese que terminaba cuando soñaba que me caía y me despertaba con ese cimbronazo inexistente que uno siente en el colchón, pensé qué carajo tendría que ver ese miedo tan grande con el amor que le tengo a todos los perros, hasta a los más peligrosos, recordé ese sueño tan claro que lo estaba viviendo pero con varios centímetros más. Miré la reja oxidada del colegio, el paredón de ladrillos al frente, miré para abajo, y sí, ahí estaba el adoquín. Como si alguien lo hubiera puesto para mí, exactamente igual que como no lo recordaba, misma piedra, mismo lugar. Seguí caminando y, mientras me acercaba, decidí  por primera vez  y totalmente consciente de mi inconsciencia, tropezarme,  también por última vez, en todas mis vidas.






Fer.




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